top of page

Artículos sobre Ayuda Psicológica

Actualizado: 8 mar 2020


¿En cuántas deudas te has involucrado por "vivir" el espíritu navideño?
Conductas compulsivas: El terror de diciembre

Ya sé que siempre me endeudo, pero es que es Navidad", "No pasa nada, en Enero lo pago", "Sólo un poco de espíritu navideño". Y más etcétera de frases que te puedes decir a tí mismo tratando de que sea menos el pesar del gasto año con año.


Y tenemos que hablar de esto porque llega Diciembre con sus fiestas de convivencia familiar, reuniones con los amigos, en el trabajo, las posadas y demás compromisos en los cuales nos involucramos, o nos vemos involucrados repente, que plantean un gasto importante: económico y emocional.


Pareciera a simple vista que son épocas para pasarla en familia, convivir con quienes queremos y revivir el espíritu de paz y alegría. Pero no siempre es así.


¿Sabías que es una época que más se relaciona con momentos de tristeza, nostalgia e incluso, en algunos casos, de depresión? A veces se ve, pero a veces no. Hay quienes ubican estos meses como un período bastante complicado y que son conscientes de ello, buscan poder sostenerse ante situaciones que les son complejas. Pero hay personas que no lo tienen tan presente y sin querer buscan evadir sentimientos dolorosos. Esta es una constante en el aumento de ciertas conductas compulsivas, y por compulsivas nos referimos a aquellas conductas en las que siento que no me puedo detener.


Por ejemplo, tal vez haciendo memoria recuerdes esas compras compulsivas (o las llamadas compras de pánico) en las que de repente estás envuelto en el reto de comprar el regalo perfecto para tus hijos, tu jefe o tu pareja. O comprar muchas cosas o comprar muy caro, aumentando una deuda para iniciar el siguiente año y que pudiera involucrarte en problemas.

Otra situación de esto es que suele incrementarse conductas que en otro momento las podemos ubicar como compulsivas y que suceden ante situaciones estresantes o de tensión. No por nada en épocas navideñas y con toda la presión y gastos se incrementen. Estas conductas son el comer en exceso y el consumo de bebidas alcohólicas u otras sustancias también en exceso. Y no nada más con el pretexto de las fiestas y la convivencia, si no en muchos casos, como una búsqueda de poder lidiar con ésta misma.


¿Por qué hablamos de esto? Como terapeutas sabemos que cada familia tiene sus complejidades, unas más que otras. Que hay familias que han logrado superar las adversidades pero que otras todavía no. El creer que una época del año "limpia" con el conflicto es pensar en algo muy utópico. Para muchas personas no es sencillo el reencontrarse con sus padres o familiares y les implica un dolor importante y como seres humanos hacemos lo que sea por afrontarlo o evitarlo. Estas formas pueden ser liberadoras pero también sumamente dolorosas.


Hay diferentes formas de afrontar todo esto, incluso consideramos que el familiar que acude a un proceso psicoterapéutico suele ser el eslabón más consciente de estas problemáticas, donde puede romperse una cadena familiar de patrones que se repiten, de secretos o de situaciones de conflicto para poder crear algo diferente y mucho más sano.


Así que si tu te identificas con este tipo de conductas compulsivas es importante que reflexiones sobre aquello que puede estarlas ocasionando para evitar que el siguiente año inicie con los rezagos de este tipo de situaciones, incluso como un propósito por cumplir puede ser el de iniciar a conocerte de manera más profunda y descubrir aquello valioso para tu bienestar emocional que escondes sin darte cuenta.


Compras compulsivas en fechas navideñas

4 visualizaciones0 comentarios

Actualizado: 8 mar 2020


soledad adolescente

No una soledad que ellos busquen, si no una soledad que se siente si uno se detiene a observar. Se ve en la escuela, en las calles, en los diversos grupos, incluso en casa.


Los jóvenes están muy solos ya que es común que no se les escuche. No hay lugar para ellos en las calles, en la comunidad, en los parques; pareciera que su único lugar al que se les delega es a la escuela, otro espacio en el que muchas veces tampoco hay oídos atentos o formas de externar desacuerdos..


Están solos porque se les teme, se les ve en manada y provocan hastío, asco, desagrado: "ahí vienen los pubertos", "ay, esos adolescentes ruidosos", "que se cayen los chavitos". Y se les relega de los espacios comunes por no ser tolerados en su ruido, olor, apariencia y demanda.


Aparecen en las escuelas como tercos, flojos, que todo les da igual. No se ve al joven que pregunta, que busca buenos maestros, que cuestiona las reglas para entenderlas o porque les parecen injustas (y muchas veces tienen razón), no se les ve como personas que sienten cosas más allá de sus hormonas, que están confundidos por que el mundo en sí es confuso y no porque sean jóvenes.


Se les mira como "calenturientos", no como enamorados, como capaces de amar porque "¿Ellos que van a saber del amor?" se toma su cuerpo como un arma que puede dañar a los adultos o a sí mismo. Se les ve como una amenaza que hay que callar o de la que se tiene que huir.


Jóvenes solos con sus dudas, con adultos a su alrededor comportándose como niños. Con padres ocupados 24/7, con quienes hay que agendar una cita para hablar. Padres que interrogan y que no preguntan por conocerlos, si no sólo por saber. Jóvenes cuestionados en sus decisiones por un desconocido que se dice llamar adulto.


Chicos con cambios en su vida, su cuerpo, su gente. A la deriva. Apoyados en otros que están pasando por lo mismo y que, ante la duda comunal, se soportan. Voltean con esperanza de encontrar adultos acompañantes de su sentir, no inquisidores de su identidad, adultos que escuchen sin necesariamente tener una respuesta.


Pero, ¿qué problemas pueden surgir de esto? Primeramente, el atender este tipo de situaciones no sólo porque nos acarree problemas a los demás, si no porque es NUESTRA responsabilidad. Y claro, porque estos adolescentes son NUESTROS. Y no como una pertenencia, si no como parte de nuestra comunidad. El dejarlos solos es corroborarles el desamparo. Decirles entre líneas que definitivamente su sentir y sus vidas no nos significan nada, que hemos soltado la cuerda. Dejarlos solos con su crecer, sus dudas y sus confusiones es corroborarles que no hay mirada que los mire a ellos, que no son suficiente.


¿Qué le genera al adulto la vida de los jóvenes? Sin duda ANGUSTIA. Tal vez por no saber qué hacer, tal vez porque le asusta, tal vez porque le genera algo que todavía no tiene nombre.


Tal vez les genere un recuerdo. Un recuerdo de una adolescencia apelmazada. Una juventud que se pasó de largo o se vivió apresurada por tener que crecer ya que así tenía que ser.


A otros tal vez les genere envidia, porque ellos tienen más oportunidad de vivir cosas que yo ya no porque soy viejo, ya no me va.


Otros puede ser que simplemente esperen el momento de poder acercarse y tal vez no hacer nada más que quedarse y no desertar. Y eso ya es bastante.


Y así, los jóvenes solos, en estado abandonados, en una negligencia por no atenderlos. Donde hay que abrir espacios donde nos miremos y tal vez así podamos reconocernos.


Actualmente hay pocos espacios donde los adolescentes puedan estar o ser escuchados por los adultos a su alrededor.
soledad adolescente


15 visualizaciones0 comentarios

Actualizado: 8 mar 2020


Quiero ser madre, pero tengo miedo. Miedo porque se supone que debería de cumplir con las expectativas de “ser madre”: Dejar todo por mi hijo, sacrificar mi vida en todo momento, ser buena y bondadosa. Y es aterrador, ¿qué tal que no puedo lograrlo?


Volteo a ver a mi propia madre y recuerdo que ella se cansaba, que a veces se ocupaba, o incluso, que no quería hacer algunas cosas. Y ahí entraba mi papá a hacer relevo algunas veces, otras tantas decían que estaban cansados; y si, me imagino que ser padres no es nada sencillo.


Alrededor todos dicen que es una bendición, que es una etapa hermosa de la vida de toda mujer, etc, etc. Yo pienso que sí, pero también pienso en mi trabajo, en mi cuerpo, en mi pareja y en lo económico. No nada más es lo bonito, sino todo lo que eso conlleva. Supongo que si todos viéramos nada más lo difícil de la parentalidad nadie quisiera ser padre. Supongo que el deseo ayuda a aliviar un poco eso, supongo que uno aprende que cumplir lo que uno desea tiene un costo, y que a veces se va pagando poco a poco y otras veces de golpe.


Me da ilusión el embarazo, el cómo irá creciendo, los ecos, las visitas al doctor y demás. Pero también tengo dudas de los cambios en mi peso, de que todo vaya saliendo bien, me da miedo perder el cuerpo que tengo ahora, ¿ese se recupera? Tener un bebé deja marca y no estoy segura de que esa se quite.


Y es que nadie habla de eso, me parece que las madres tienen pocos espacios para quejarse. Si es común que se quejen de su pareja, de la casa, pero de los hijos de pronto parece como algo horroroso, como si nos convirtiéramos en “malas madres” nada más de pensar y añorar aquella vida que teníamos antes de encargar familia. Pero la realidad es que son cambios complejos de vivir, son cambios que forman duelos, y todo duelo lleva un dolor y una despedida.


Lo he hablado con mamá. Me dice que es normal sentirse así, que muy pocas hablan de lo mal que se sienten a veces o de los sentimientos encontrados en esta etapa. Me dice que las madres a veces se acostumbran a callar lo que sienten porque creen que con eso pueden lastimar, y no. Todo lo contrario, esos sentimientos pueden construir un vínculo.


Quisiera que mi hijo tenga a una madre que pueda ver llorar y reír, a una madre que reconozca cuando está cansada en lugar de hacer las cosas a la fuerza, que se siente a jugar, aunque no sepa, que lo regañe porque lo quiere y no que le compre todo para que no se enoje. Una madre que no lo sepa todo y que sepa preguntar o delegar a alguien que conozca la información. Una mamá que acepte sus errores para que también pueda aceptar los de él. Una madre que se cuestione sobre su vida, que imagine y dude, para que él también pueda dudar, una madre que lo comprenda en sus períodos difíciles porque ella ha podido salir de ellos, una mamá que cumpla por ella misma sus expectativas para que no se las encargue a su descendencia. En fin, una madre más humana y no de cartón. Una madre que lo ame por sobre todas las cosas porque ella sabe amarse igual, alguien que no le cobrará las renuncias que tuvo que hacer para tenerlo, en fin, una madre que se hace cargo de lo que desea y reconoce que madre e hijo pueden coexistir sin que uno de ellos desaparezca al otro.


8 visualizaciones0 comentarios
bottom of page