Desde hace tiempo una de las medidas de cuidado ante la propagación del virus (Covid-19), ha sido el distanciamiento físico o social como le han nombrado, esto implica estar a una distancia determinada de las demás personas, no saludarse de beso ni de mano, y mucho menos abrazos.
Hace no mucho, era totalmente normal y normalizado el saludo de beso, incluso con personas que justo se acaban de conocer, quizá eso no extrañemos, pero, ¿qué impacto podremos tener al dejar de contar con esta vía de afecto hacia nuestros seres queridos? ¿Cómo lidiar con la ausencia del abrazo al ver a un amigo entrañable?
El lenguaje a través del contacto es algo que, hasta hace no mucho, habíamos utilizado recurrentemente, por ejemplo: el apretón de manos con fuerza expresando seguridad, o con demasiada fuerza podríamos percibir el enojo o desacuerdo, un beso muy suave en la mejilla de quienes se coquetean mutuamente revelando deseo ¿Cómo lo compensaremos?
Sin duda estamos transitando momentos históricos, somo parte de los cambios que acontecen y habrá que empezar a construir respuestas frente a todas estas, y muchas otras preguntas.
Ante la angustia de la permanencia de la distancia física me cuestiono: ¿si no hay tacto, nos quedan las palabras?
Reflexionando, apuntaría a la expresión de las palabras, a la tonicidad que se les impregnen, a tocar a través de la articulación de la voz; hace tiempo leí algo que me sorprendió “La primera generación que aprendió más palabras de una máquina que de sus madres tiene problemas con la relación entre la palabra y el cuerpo, entre la palabra y el afecto. La separación entre el aprendizaje de la lengua y el cuerpo de la madre (…) transforma el propio lenguaje, así como la relación entre lenguaje y cuerpo”, aunque este fragmento remite a la importancia de la función de la madre (padre, sociedad), para ingresar al infante al mundo a través del lenguaje y dotarle de sentido, no está demás resaltar lo esencial que también para el adulto le significa. Pues las palabras nos van dotando de significado para entender el mundo y lo que acontece en él cotidianamente, nos permiten tener recursos para afrontar los estragos del vivir.
En esta nueva normalidad, el recurso para el acercamiento parece alejarnos, lo virtual que desde su definición: “adj. Que tiene virtud para producir un efecto, aunque no lo produce de presente, frecuentemente en oposición a efectivo o real.”, nos muestra. No hay una presencia real, ni en el mismo tiempo cronológico, no hay alguien a quién se le hable ni alguien que escuche simultáneamente, sin embargo, es lo que parece apuntar que serán las vías adecuadas para mantener comunicación en esta distancia. Habremos de estar atentos ante las perturbaciones que nos puede producir como sujetos, y la manera que impactará en nuestros vínculos.
Encarnemos las palabras, pues corremos el riesgo de articular palabras vacías ausentes de connotaciones y significados. Nos toca pensar y construir estrategias para la cercanía física y real conservando la protección y el cuidado mutuo.
Referencias
Franco Berardi. (2014). La sublevación. México: Surplus Ediciones.
Resumen:
En estas líneas hay más preguntas que respuestas. Es una invitación a cuestionar los estragos de la distancia física y pensar en cómo podemos afrontarlos.
Psic. Brenda Martínez
Psicóloga de adolescentes, adultos y parejas
Asociación Libre - Psicólogos en Monterrey
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