En una sociedad que poco a poco ha cuestionado los estereotipos tanto del hombre como de la mujer resalta al machismo como insostenible siendo una lápida pesada para cualquier hombre o persona que busque mantenerla ya que el machismo es un espejismo inalcanzable que deja al descubierto una masculinidad frágil y una fisura importante en la salud mental de muchos hombres.
Debido al machismo, el hombre se ha perdido de momentos gratificantes en diferentes lugares, desde el ejercer como padre presente y amante, hasta como hermano o amigo comprensivo y afectivo. También en el aspecto sentimental de pareja, cómo reconocer y disfrutar el crecimiento personal y laboral de su compañera. El machismo ha impuesto alcanzar un valor personal como hombre a través de la demostración de fuerza, valentía y capacidad para ejercer el control sobre los otros y de cualquier situación. Sin embargo, ¿este nivel es posible de alcanzar? La respuesta es no.
Esta meta irrealizable ubica al hombre en dos polos dentro del machismo: uno al extremo de la violencia y el otro, a quien lo sufre al ser un objetivo inalcanzable, que al final de cuentas demuestra la vulnerabilidad del hombre y del macho. Un ejemplo de ello se puede observar en el "piropo callejero" (agresiones verbales hacia la mujer), donde se presenta la escena en la que se necesita del grupo para reafirmar un supuesto poder sobre las mujeres. Pero habría que preguntarse por qué la necesidad del grupo, pareciera que el acto no solo es dirigido hacia las mujeres, sino también a la mirada de la manada, mirada que reafirma y que encubre una enorme inseguridad y sensación de soledad, como diciendo "tal vez no somos machos, pero sí muchos".
En otro polo, el machismo aparece como un gigante voraz, como un padre al cual no se le puede fallar y en consecuencia produce tristeza, siendo una losa difícil de cargar. El detalle radica en que el machismo, no tolera la menor falta hacia ello y ante cualquier frustración o incumplimiento de lo dictado por lo que culturalmente “debe de ser un varón”, aparece la sensación de no ser "suficientemente hombre" o de insatisfacción. Es terrible cuando se tiene que demostrar la valía por medio de la fuerza física y no se cuenta con condiciones anatómicas para ello. ¿Qué nos queda a los que no tenemos características de “macho alfa, lomo plateado”? ¿Qué nos espera para aquellos que no sabemos de mecánica? ¿Y si no practico algún deporte? ¿Qué sucede cuando no tenemos el conocimiento para arreglar descomposturas o utilizar herramientas? ¿O si no se tiene la solvencia económica para sostener a la esposa? ¿Qué pasa si no soy el líder de mi familia? ¿Cómo asumir la sensación de miedo ante los problemas, si el hombre tiene que ser valiente? ¿Y si tengo ganas de llorar?
Como podemos ver, en el machismo no solamente se pone en duda la potencia y la capacidad frente a la mujer, sino también ante la mirada de los demás hombres. No está de más decir que la mirada estructura la sujeto y sin ésta quedamos a la deriva.
Muchas pueden ser las preguntas formuladas, cuestionamientos que nos deben de orientar a replantearnos nuevas formas de masculinidad, donde se busque crear nuevos lugares para el hombre y darse valor de otra forma y, por ende, a todo lo diferente, ya que el machismo impide al hombre asumirse como un ser vulnerable, lo que de forma irónica genera mayor fragilidad dado que obliga al macho a quedarse sólo frente al conflicto y mudo ante la tristeza.
Si por alguna razón nos hemos identificado con alguna de las preguntas o ejemplos antes mencionados, es momento de acudir a psicoterapia (por no decir que es urgente) para reconstruir la autoimagen, la estima y encontrar los roles de los que se puede obtener satisfacción y orgullo al llevarlos a cabo.
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