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Artículos sobre Ayuda Psicológica

La psicoterapia en ocasiones pasa por momentos de calma y de reflexión, por esto a veces necesitamos generar una pausa en nuestro discurso, procesar en nuestra mente lo que acabamos de decir.

Cuando acudimos a un proceso de psicoterapia, tomamos la decisión a partir de un malestar que nos aqueja y que representa un obstáculo en nuestra estabilidad emocional principalmente. El malestar o problemática suele cobrar fuerza, y después de intentar sobrellevarlo por nuestra cuenta o mediante el apoyo de terceros, nos damos cuenta que necesitamos una ayuda profesional; es así que la afectación o afectaciones que experimentamos se convierten en un motivo de consulta que queremos solucionar o eliminar, se vuelve un mal que interfiere con nuestra calidad de vida, nuestras relaciones sociales y sentimentales, nuestro desempeño laboral/académico/físico, irrumpe con la normalidad de nuestro funcionamiento, altera el estado emocional, e interfiere con la racionalidad con la que tomamos nuestras decisiones. Durante las primeras sesiones, el psicoterapeuta generalmente dedica el tiempo a dirigir un proceso de entrevista, en el que, el abordaje suele ser más activo y directo, de modo que la participación de la persona que consulta se enfoca más en prestar atención a las preguntas y brindar los datos que le solicitan; si bien es cierto que desde las primeras sesiones se otorga un espacio para que la persona pueda expresar mucho de su sentir y encuentra un primer momento para canalizar ese dolor o afectación, las primeras sesiones tenderán a estar enfocadas a la exploración por parte del psicoterapeuta para obtener la mayor información posible que permita llegar a una impresión diagnóstica, proponer el trabajo del tratamiento, establecer objetivos.

 

La atención psicológica puede ser abordada desde diversas corrientes teóricas, y particularmente desde nuestra clínica en “Asociación Libre” se trabaja a partir de la corriente psicoanalítica, la cual abarca diversas posturas que buscan brindar un abordaje profesional y orientado hacia el bienestar de las personas, trabajando desde la individualidad y el mundo interno subjetivo; por tal motivo, el psicoanálisis brinda un espacio abierto a las posibilidades durante el proceso de atención terapéutica, ya que no restringe las temáticas que la persona necesite hablar, ni tampoco marca una pauta sobre cuál es el mejor momento para expresar un sentir o pensamiento. Por el contrario, el psicoanálisis respeta el tiempo que requiere la persona en calidad de paciente, y es así como la técnica proporciona libertad de expresión para tratar las problemáticas desde diversos ángulos. Sin embargo, es cierto que no todas las personas poseen las mismas cualidades, recursos psicológicos y malestares, de ahí que habrá personas que requieran un tipo de atención mucho más directivo y metódico, así como existen quienes requieren un espacio de psicoterapia para poder transmitir todo cuando viene a su mente; por ello, en ocasiones el proceso de psicoterapia resulta complejo, ya que la presencia del terapeuta despierta ideas y sentimientos en el paciente, y esto es un fenómeno común que ocurre y que muchas de las veces influye en el flujo normal de la comunicación, e interfiere con la voluntad del paciente para tratar un tema delicado.

 

Respecto a los momentos en los que acudimos a nuestras sesiones de psicoterapia y no encontramos las palabras correctas, o no nos sentimos con la disposición para poder exponer lo que nos aqueja, trataremos algunos puntos importantes para tomar en cuenta y facilitar nuestro proceso de atención psicológica. Es importante señalar que no se trata de seguir una guía estructurada para saber que decir durante las sesiones, más bien el propósito es comprender que es normal de pronto sentir que no contamos con la claridad suficiente para hablar, que de pronto hay días que acudir a la sesión representa cierta pesadez, que incluso existen momentos en los que considerábamos sentirnos muy preparados para hablar y de pronto no encontrar un sentido a lo que estamos diciendo.

 

Nuestra personalidad y manera de pensar.       


Después de varias sesiones, poco a poco se irá revelando mucho de nuestra personalidad, y es así como al ir tomando confianza de nuestro terapeuta encontramos un espacio de mucha más familiaridad para tocar temas sensibles, hablar aquellos secretos que hemos ido cargando durante años, compartir anhelos que no hemos expuesto a nadie más, e incluso descubrir deseos inconscientes que a través de la intervención de nuestro terapeuta se revelarán. Al respecto, podemos observar como una persona en la que predominan rasgos de extroversión y seguridad, tendrá cierta facilidad para hablar y generar conexiones entre sus pensamientos, afectos y las acciones de su día a día; por el contrario, es común que las personas introvertidas, tímidas, con tendencia al nerviosismo y la ansiedad, presenten muchas más complicaciones al momento de asistir a la sesión y encarar el malestar que padecen, ya que por naturaleza son personas que no están acostumbradas a exponer su punto de vista o a manifestar sus opiniones frente a otros, prefieren resguardar mucho de lo que sienten y procuran ocupar un rol más observador y menos protagonista.

 

De este modo, la personalidad puede es un factor que de pronto interfiere con el flujo de información y en ocasiones limita la decisión de externar lo que pasa por la mente durante la sesión. Cabe resaltar que no necesariamente hablando de manera basta y con fluidez, signifique que estamos trabajando en el análisis de las problemáticas, ya que muchas de las veces la resistencia para exhibir tópicos dolorosos se suscita a través de discursos prolongados que buscan distraer el foco de atención; para esto, el terapeuta deberá estar atento para realizar los señalamientos pertinentes.

 

Por lo tanto, independientemente de las características psicológicas y comportamentales que poseamos, debemos comprender que en la psicoterapia hay un espacio para todos, el terapeuta tiene la responsabilidad de poder dirigir un abordaje ético y profesional, y esto implica que respetará el valor de las personas en calidad de pacientes, así como el tiempo que necesiten para transmitir asuntos trascendentes y dolorosos. En ocasiones, con la ayuda de las preguntas e intervenciones del terapeuta podemos contar con un punto de partida para seguir avanzando con la temática que estamos desarrollando sobre nuestras vidas, sobre aquel suceso traumático que influyó en nuestro bienestar, o sobre aquella pérdida de la que no hemos podido encontrar el momento para hablar sobre detalles que necesitamos desahogar y sanar. Es así que podemos sentirnos aliviados al acudir a las sesiones, ya que si bien para muchos puede representar un reto el comenzar a hablar, no existe un juez o moderador que esté calificándonos o que regule lo que decimos, y es así que, independientemente de cómo nos comportemos o la manera en la que pensemos, la psicoterapia psicoanalítica facilita un espacio para expresar todo lo que acuda a la mente, sin importar que tanto lo califiquemos nosotros mismos de irrelevante, absurdo, fuerte, alarmista, ilógico; porque entonces, si durante la sesión aparece una frase, pensamiento, recuerdo, anécdota u opinión, tiene una razón de ser porque la técnica de la asociación libre permite trabajar con cualquier material que el paciente exponga durante la sesión.

 

Durante la sesión a veces me quedo en silencio.

 

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No podemos pretender que, al tomar un tratamiento psicoterapéutico, en todo momento actuemos como un orador o locutor, que recita de memoria un monólogo o narra una historia elaborada y compleja. La psicoterapia en ocasiones pasa por momentos de calma y de reflexión, por esto a veces necesitamos generar una pausa en nuestro discurso, procesar en nuestra mente lo que acabamos de decir o escuchar, así de pronto necesitamos replantear una idea para poder continuar con el contenido que necesitamos transmitir. Lo que hablamos en psicoterapia como pacientes, son palabras que van dirigidas a nuestro terapeuta quien las recibe y analiza, pero a la vez se dirigen a nuestros propios oídos, ya que de esta manera encontramos un sentido a todo aquello que rondaba en la cabeza y que no habíamos expresado de ninguna manera; en ocasiones el silencio de la sesión resulta en una pausa necesaria para respirar, recuperar fuerza, descansar del ritmo acelerado de nuestro discurso, recomponernos anímicamente por el impacto de lo que acabamos de decir, o prepararnos para hablar sobre ese asunto tan importante que por primera vez será escuchado por alguien más, siendo así que la psicoterapia psicoanalítica no forzará a que la persona exponga en todo momento un tema, ya que entendemos también que hay sucesos que el simpe hecho de platicarlos implica volverlos a vivir, experimentarlos como la primera vez, de ahí que al pretender hablar de un tema difícil en terapia, decidiremos el momento en el que nos sintamos listos para enfrentarlo.

 

El miedo a ser juzgado.   

 

Nadie somos perfectos y nadie posee la verdad absoluta, por lo tanto, el terapeuta profesional comprende que el contenido que el paciente comparte en sesión es muy valioso y requiere un esfuerzo considerable para ser transmitido. Cuando recibimos atención psicológica es normal que presentemos ideas particulares sobre lo que los demás piensen de uno mismo, y en este caso, la opinión que el terapeuta se formule a partir del contenido que expongo en mis sesiones. Dentro de la terapia psicoanalítica, existe un fenómeno llamado “transferencia”, que implica a grandes rasgos el establecimiento de un vínculo entre el paciente y el terapeuta, en el que el paciente deposita sentimientos, pensamientos, ideas o fantasías en el terapeuta, y se trata de un proceso normal que incluso forma parte del proceso de tratamiento, porque ayuda a facilitar el análisis; por lo tanto, será igualmente normal que frente a nuestro terapeuta generemos una sensación de temor o vergüenza para hablar de ciertas situaciones o experiencias que me han ocurrido, porque entonces “¿qué pensará de mí?”. Repitiendo un señalamiento anterior, no pretendemos brindar una instrucción de lo que se debe o no se debe decir en las sesiones, y es así que el que una persona experimente una sensación de pena, pudor, indiferencia, temor, etc., frente a su terapeuta, será un contenido que deberá ser interpretado con el objetivo de avanzar en el tratamiento del paciente. Por lo tanto, es normal no sentirnos cómodos al hablar de nuestra vida frente a una persona que dirige su total atención en nosotros, pero entonces toca preguntarnos el por qué sucede esto, qué tanto esto forma parte de una limitante que se repite o se traduce en otros impedimentos de mi vida cotidiana; si bien el paciente es libre de decidir si desea continuar o si optará por buscar un nuevo terapeuta, lo importante es que la persona pueda desarrollar una conexión en el proceso de atención psicológica que le ayude a vencer las barreras que le impiden externar su sentir.

 

Algo que como psicoterapeuta he podido identificar en mi práctica clínica, es que en muchas ocasiones el paciente acude en un estado de duda, a veces se presentan con cierta serenidad y habiendo tenido una semana en la que no ocurrieron sucesos que le hayan inquietado; motivo por el que después de preguntarles por cómo se encuentran o sobre el tema que quieren tratar, suelen responder que no hay un contenido o asunto en específico. No obstante, lo interesante es que una vez que comienzan a expresar el contenido inicial, se concatenan los motivos de consulta y se genera un discurso cargado, esto a pesar de que los pacientes comienzan narrando su fin de semana, un programa de televisión que acaban de ver, una problemática en el trabajo, o incluso situaciones placenteras y exitosas. Lo importante es considerar que la presencia de la persona en sus sesiones obedece a un objetivo, el buscar lograr vencer una dificultad, el superar un estado emocional afectado, y muchas de las veces ese tipo de problemáticas llegan a ocultarse o a pasar desapercibidas después de pasar por días en los que las situaciones han ido mejorando. Independientemente del estado emocional en el que se presente una persona, la asociación libre como técnica produce un efecto interesante que impulsa la generación de un discurso que se desarrolla y expone afectos, la narración de los síntomas, conflictos no visibles, y contenido inconsciente que quiere encontrar una manera de manifestarse. Finalmente, podemos acudir a nuestra sesión de psicoterapia con la tranquilidad de que seremos escuchados, sin importar lo que sea que queramos o pretendamos decir, ya que incluso, habrá ocasiones en las que sin haber elaborado una temática con antelación, terminaremos expresando una serie de enunciados y eventos que nos llevaran a avanzar en el análisis de nuestras problemáticas.  

 


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Lic. José Ruy García Burnes

Psicólogo clínico

Asociación Libre Monterrey

 
 
 
  • 29 ago 2024
  • 9 Min. de lectura
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Al hablar de la palabra “trauma” entendemos por su raíz etimológica la representación de una “herida”, por lo que entonces hacemos referencia a una marca o hecho que impacta o perjudica, y genera una modificación. Cuando señalamos que una persona posee un trauma psicológico, implica que existe una afectación importante que ha perdurado y que de no atenderse es capaz de generar un malestar crónico, entonces, así como para la medicina el trauma representa un daño o lesión a nivel físico causado por una fuente comúnmente externa, psicológicamente entendemos que la generación del trauma significa precisamente un impacto negativo que desestabiliza a la persona en muchos sentidos, teniendo una respuesta particular ante aquello que lo ocasionó y ante las consecuencias del mismo. Las situaciones adversas, aquellos eventos que atentan contra nuestra integridad y la de las personas a nuestro alrededor, son los factores que pueden convertirse en las causas que generan un trauma psicológico, sin embargo, debemos de tomar en cuenta que lo que para una persona representa un impacto emocional o una experiencia sumamente impresionante, no lo es necesariamente para otros, siendo entonces que para que el trauma se consolide, implica que los recursos psicológicos de la persona resultaron rebasados y el grado de afectación fue tan considerable que inhabilitó la capacidad para responder funcionalmente ante alguna problemática. Es necesario también explicar que hay varios factores que contribuyen para que se presente el trauma, ya que lo que está en juego no solo es un suceso perjudicial, sino que importa la edad cronológica, el entorno familiar/social/cultural, así cómo la condición de salud física y psicológica de la persona.

 

Existen diversos tipos de traumas que se dividen de acuerdo al nivel de intensidad de los factores que lo causan, las repercusiones variables y la relación con otros padecimientos psicológicos y psiquiátricos específicos, sin embargo, en el presente artículo nos enfocaremos a analizar la trascendencia que representa el trauma psicológico en la vida de las personas y las maneras viables de encontrar soluciones. A nivel subjetivo y muy singular, cada hecho traumático genera un impacto importante en las personas, no obstante, si hablamos de la particularidad de cada individuo, un evento adverso puede no implicar un daño irreversible a la vida de alguien o representar un conato de muerte, y aun así producir un efecto prolongado mediante la aparición de síntomas que alteran el funcionamiento normal. En la práctica clínica psicoanalítica, la intención no es generar una comparación que desestime las vivencias que una persona llega a tener, sino precisamente el que podamos dar importancia a que lo que le ha ocurrido, representó un parteaguas en la calidad de vida, que por más enorme o minúsculo que pueda clasificarse un problema, a nivel psicológico asume un papel preponderante y gana peso conforme perjudica la salud en general.

 

Las situaciones trágicas e inesperadas

 

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Es imposible pretender tener una vida libre de conflictos en la que no se produzca ninguna sensación de amenaza real, ciertamente el proceso de desarrollo físico y mental a lo largo de los años y las etapas, por sí solo representa un factor de conflicto, porque orilla a la persona a ajustarse a su entorno de acuerdo a nuevos roles, responsabilidades y expectativas, siendo así que esta condición en ocasiones estresa, inquieta, significa tener que movernos de lugar y modificar nuestros esquemas. Entonces, vivimos atendiendo nuestras necesidades y cuidando de nuestra integridad, pero es inevitable enfrentar posibilidades de amenaza o circunstancias terribles, por ejemplo, el radicar en una ciudad que lidia constantemente con desastres naturales o que pasa por problemas de violencia social y política, guerras, sufrir accidentes que producen lesiones importantes, y ser testigo de actos de agresión y muerte, son sucesos que normalmente rebasan los recursos psicológicos de una persona y que además se convierten en recuerdos difíciles de sobrellevar, precisamente por el grado de estrés que alteró a la persona en su momento y que posteriormente anuló la tranquilidad ante el miedo de que vuelva a ocurrir.

 

El evento trágico y repentino produce una sacudida emocional y física importante en la persona, nos recuerda la posibilidad de dejar de existir, y es así como las personas que enfrentan este tipo de situaciones son muy propensas a desarrollar un trauma psicológico, siendo normal que en los días inmediatos al suceso la persona permanezca en un estado de shock, abrumo, miedo, desesperanza, pero que de igual manera la condición de trauma puede prolongar tales sensaciones por un tiempo indefinido y además intensificarlas y producir nuevos síntomas. Por ejemplo, el ser testigo de la muerte de un familiar mediante un accidente podrá generar una reacción de alteración inmediata, respuestas descontroladas mediante llanto, asombro e incomprensión; sin embargo, el quiebre emocional que conlleva con el tiempo cuando no se logra sobrellevar el evento, hace que el recuerdo tenga tanta relevancia que reviva la sensación de malestar cada vez, aunado a desencadenar enfermedades físicas y psicológicas.

 

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A pesar de que nadie estamos preparados en su totalidad y tampoco esperamos vivir una situación adversa, sí es posible que las personas que cuentan con recursos personales y psicológicos efectivos tengan un pronóstico con mayores posibilidades en comparación con aquellas personas que viven en una condición vulnerable. En este sentido todo aquello que le brinde soporte a una persona, le ayudará a sostenerse anímica, mental y físicamente al momento de tener que enfrentar una situación que lo vulnere. Por ejemplo, el contar con una salud física en optimas condiciones, vivir en un entorno familiar de amor y comprensión, contar con vínculos sociales que funcionan como redes de apoyo sanos, tener experiencia sobrellevando problemáticas pasadas, haber logrado enfrentar pérdidas significativas, poseer capacidad de introspección, alta autoestima, conocimientos en temas específicos de salud y autocuidado etc., representan esos recursos que impulsan a una persona para abordar con mayor facilidad un evento trágico; claro está, que con esto no pretendemos asumirnos como invencibles o insensibles, sino que bajo condiciones de “estabilidad o equilibrio” el impacto de la situación traumática resulta considerablemente menor a largo plazo, e incluso muchas de las veces no se convierte propiamente en un hecho que produzca padecimientos posteriormente.

 

El trauma de la infancia y su permanencia durante el tiempo

 

Mas allá del impacto negativo de una experiencia trágica e inesperada, la condición de trauma psicológico también se desarrolla a partir de sucesos constantes, prolongados, incluso mediante intervenciones dosificadas pero recurrentes que recibimos de terceros, lo cuales representan todo tipo de maltrato, físico, psicológico y sexual. La niñez es una etapa crucial del desarrollo del ser humano, y es también un periodo en el que nos valemos de nuestros cuidadores principales, los tutores, los padres. Lamentablemente es una realidad que niñas y niños en su estado de indefensión, son víctimas de este tipo de maltrato por parte de familiares, así como en la escuela y en su entorno social, perjudicando de manera importante el proceso normal de desarrollo, lo que conlleva a la generación de problemas comportamentales, de salud emocional y física, así como reducción de habilidades sociales y cognitivas, lo que además limita el aprovechamiento escolar. La persona que lidia con este tipo de repercusión durante la niñez, tiende a crecer con una serie de carencias que se ven reflejadas de maneras distintas durante la adultez, por lo tanto, el trauma psicológico puede ser representado por hechos que ocurrieron años atrás y de los que no se encuentra una salida efectiva, generando un proceso de enfermedad en la persona adulta, un malestar que en ocasiones pareciera contenerse y en otras se manifiesta de manera muy notoria afectando la calidad de vida.

 

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Las situaciones de maltrato provenientes de comentarios ofensivos, que demeritan al niño, lo relegan y no se le da su lugar dentro de la familia, así como los actos fuertes de violencia física y psicológica, provocan un impacto que genera no solo un efecto inmediato a manera de respuesta, sino una repercusión que a la larga compone la condición del trauma psicológico y altera el funcionamiento normal de la vida. A menudo, padres responsables y comprometidos pueden preguntarse si el hecho de aplicar reglas de disciplina y limites en los hijos, pueda representar un trauma con el tiempo, y la respuesta inmediata a tal interrogante es que no, ya que un estilo de crianza amoroso que se fundamente con base en el respeto y la comprensión, no amerita que se le provea al hijo de todo cuanto pide, de modo que una educación sana desde el ceno familiar posibilita que el niño integre la capacidad para tolerar la frustración y el control de sus impulsos.

 

Sin embargo, existen actos que pueden pasar por sutiles actitudes de los padres o cuidadores, pero que finalmente representan un impacto negativo en la vida del niño. Por ejemplo:

 

1.    Cuando el padre ignora los logros y se enfoca especialmente en los errores.

2.    Las constantes comparaciones con otros niños, enfocándose en realzar las características negativas del hijo.

3.    Comentarios ofensivos normalizados, que no advierten el dolor emocional que provoca en el hijo, muchas de las veces en tono de burla o broma: “este niño es un tonto, pero lo quiero mucho”, “el niño habla muy delicado, no será joto” “yo ni quería ser padre, hubiera preferido que no nacieras, pero aquí estás”.

4.    Responsabilizar al niño de las problemáticas del hogar.

5.    Permitir que el menor tenga acceso a contenido de entretenimiento o actividades que no son acordes con su edad, como ver contenido pornográfico o de excesiva violencia, así como el consumo de alcohol, tabaco o sustancias ilícitas.

6.    Actos de negligencia que descuidan la salud y el desarrollo en general del menor, como ignorar la importancia del aseo y cuidado personal, no regular la alimentación y permitir el consumo excesivo de comida no saludable, así como restringir la comida como un método de castigo.

7.    Limitar oportunidades de desarrollo personal y académica, prohibir el contacto social con otros niños y personas en general.

8.    La descarga de frustraciones del cuidador/padre, en el hijo.

 

Estos son algunos ejemplos de acciones que se transforman en recuerdos impregnados de dolor emocional, antecedentes que en la persona poseen un peso con el que carga y que en algunas ocasiones pueda no estar consciente de la relación de estos hechos con los síntomas que padece en la actualidad. Por este motivo, es importante que cada vez más los padres y cuidadores puedan concientizarse acerca del estilo de crianza que proporcionan a los hijos con la finalidad de evitar la generación de traumas.

 

Efectos notorios del trauma psicológico

 

La manera de identificar la presencia de un trauma en ocasiones no requiere de un esfuerzo de análisis considerable, así también hay otros casos en los que el trauma representa un aspecto tan arraigado en la personalidad del individuo que se disfraza por una serie de hábitos o conductas normalizadas, que la misma persona no logra advertir respecto a la disfuncionalidad. Si contemplamos hechos significativos adversos en la vida de una persona, ya sea en la niñez, adolescencia o etapa adulta, es común que aparezcan notorios síntomas que comienzan a perjudicar la estabilidad emocional, por ejemplo:

 

1.    Síntomas de depresión y ansiedad, como periodos de llanto recurrentes y prolongados, agitación, inhibición, miedos crónicos, pérdida de energía.

2.    Pensamientos angustiantes e irracionales, afectaciones en la agilidad mental.

3.    Crisis nerviosas y ataques de pánico recurrentes.

4.    Evitación social.

5.    Pérdida de motivación por actividades cotidianas, escolares o laborales.

6.    Cambios de humor repentinos.

7.    Malestares psicosomáticos como cefaleas, dolores gastrointestinales, náuseas, afectaciones en la piel, alteraciones en el apetito, insomnio.

8.    Conductas impulsivas y autodestructivas.

 

Las afectaciones mencionadas son algunas consecuencias agrupadas de manera general, que ayudan a identificar la presencia de una anomalía en la salud mental y física de la persona; es común que el trauma psicológico aparezca mediante un conjunto de síntomas, ya que un tipo de afectación suele desencadenar otros tipos de manifestación generando una repercusión a nivel sistemático, así por ejemplo la prevalencia de la ansiedad como padecimiento perjudica el estado de ánimo y se manifiesta a nivel físico. Por lo tanto, independientemente del origen, el tipo de trauma, la intensidad de los síntomas y las repercusiones en la vida de la persona, es importante tener en cuanta el buscar ayuda profesional, el poder atender los padecimientos desde diversos enfoques ya sea mediante atención psicológica o médica, ya que es posible que con la debida intervención se pueda superar el trauma psicológico y lograr restarle el valor y peso que obtuvo por la trascendencia de los hechos.

 

De igual manera, es necesario tomar en cuenta que podemos contribuir para apoyar en la inmediatez a las personas de nuestro alrededor, cuando observamos que presentan indicios de conflicto emocional y mental, ya que el acompañamiento y el poder de la conversación posibilitan de primera mando el desahogo y la oportunidad de poner en palabras aquello que le aqueja, logrando tener un primer contacto que puede ayudar para brindar una orientación y aclarar que no es normal que una persona viva con una serie de padecimientos, siendo importante el recomendarles buscar apoyo psicológico y médico profesional.




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Lic. José Ruy García

Psicólogo clínico

Asociación Libre - Monterrey

 
 
 

 

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La #ansiedad forma parte de una respuesta del cuerpo humano ante situaciones adversas, se manifiesta a nivel físico y psicológico, por lo que es común que ocasione un desgaste importante en la persona. Para entender el funcionamiento de la #ansiedad es necesario saber que el cuerpo humano funciona a través de un complejo sistema orgánico que trabaja de manera organizada para ejecutar las diversas tareas dependiendo el propósito, tratándose no solo de acciones básicas de supervivencia, sino también de todo aquel acto llevado a cabo por decisión, por placer. De esta manera, cada acción que la persona emprende, como por ejemplo comer, dormir, jugar, estudiar, cantar, trabajar, pelear, llorar, gritar, etc., es precedida por una activación neuronal y química, que el cerebro, en coordinación con el resto de órganos llevan a cabo para que se posibilite la movilidad, se lleve a cabo la respuesta esperada. Se trata de un sistema que actúa de manera autónoma, es decir que las personas no controlamos a conciencia el flujo de neurotransmisores para que se lleve a cabo una actividad, sin embargo, la manifestación de una respuesta del cuerpo dependerá de los estímulos que la persona enfrente en su día a día, motivo por el que los acontecimientos del exterior, lo que ocurre en nuestro medio social, laboral, familiar, personal, académico, etc., tiene una influencia indirecta o directa en lo que ocurre en nuestro cuerpo y nuestra mente. Igualmente, es importante saber que la complejidad del cerebro no solo radica en el funcionamiento, sino también en el hecho de que cada persona posee un contenido de pensamiento consciente e inconsciente, que se construye a partir del desarrollo psicológico y madurativo, por lo que cada quien cuenta con referentes simbólicos que dan peso y significado a cada una de las situaciones y acciones, propias y de los demás.

 


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Para explicar mejor el punto y acercarnos a una exposición básica de la #ansiedad, vamos a plantear un ejemplo sencillo. Imaginemos que nos encontramos en un parque disfrutando un día libre, en ese momento estamos apreciando un día soleado bajo la sombra de un árbol, hay una cantidad moderada de personas adultas conviviendo y niños jugando. En este estado de tranquilidad nuestra atención se enfoca en nuestros pensamientos (ideas de cualquier tipo, quizá recuerdos amigables), hasta que repentinamente escuchamos un sonido estridente y cercano provocado por dos autos que colisionaron debido a un accidente. Inmediatamente experimentamos la sensación de susto que nos provocó un sobresalto, no obstante el ruido, al ser discordante con el momento placentero que estábamos teniendo y al ser inesperado, proporcionó un estado de alerta y tensión en nuestro cuerpo, el cual nos activó para tomar una decisión. En este momento, la reacción que cada quien podemos tener puede ser variable, alguien pudo haberse parado del lugar en el que se encontraba y dirigirse con rapidez al lugar de los hechos, otra persona pudo haberse quedado en su lugar para intentar recuperarse del susto mientras frotaba su pecho, alguien más pudo haber emitido un grito y experimentar nerviosismo debido a que en su memoria evocó el haber sido participe de un accidente automovilístico traumático en su infancia o un pasado no tan lejano.

 

La relevancia del ejemplo descrito, es que para que una persona haya reaccionado de tal o cual manera ante el sonido del accidente, tuvo que pasar en su cerebro un proceso automático de respuesta, encargándose entonces de liberar sustancias químicas para comunicar la activación del cuerpo en general y poder tomar una decisión, basada no solo por el instinto de supervivencia, sino también con base en la memoria racional y afectiva, todo el conjunto de referencias que la persona posee para atender de una u otra manera ese estímulo que en dicho momento pareciera adverso. Por lo tanto, la #ansiedad es un proceso que se manifiesta a través de este sistema, y además, se potencializa de acuerdo a la estabilidad emocional de cada persona. El propósito del presente artículo es enfocarnos en describir brevemente la #ansiedad, explicar por qué se manifiesta en nuestro cuerpo, y por qué interfiere con nuestro estado anímico, generando por consiguiente un impacto en la calidad de vida.

 

¿Qué es la ansiedad?


Mujer preocupada, experimenta ansiedad.
La ansiedad es una respuesta natural del cuerpo, ya que se produce como una manifestación inmediata ante un estímulo generalmente adverso, que prepara a la persona física y mentalmente para estar alerta, activarse, emprender una solución, buscar proteger su integridad.

La #ansiedad es una respuesta natural del cuerpo, ya que se produce como una manifestación inmediata ante un estímulo generalmente adverso, que prepara a la persona física y mentalmente para estar alerta, activarse, emprender una solución, buscar proteger su integridad. Se diferencia del miedo, debido a que la sensación de miedo es provocada por una causa la cual es identificada por la persona, se le conoce, se advierte, y es entonces el miedo por sí solo, una emoción básica de respuesta ante algo que resulta aversivo, peligroso. La #ansiedad por el contrario, es entonces una respuesta tanto física como psicológica ante una causa que pueda no ser del todo clara, una situación incómoda, ambigua, e incluso un estado emocional perturbado, decaído, puede desencadenar una reacción de #ansiedad. Además, la #ansiedad al ser una respuesta natural, está presente en la mayoría de las personas que enfrentan una dificultad o un problema, no obstante, el nivel de intensidad y duración de la reacción dependerá de la persona y de la causa, siendo así que en la medida que alguien presente síntomas de ansiedad de manera prolongada, es posible que se desarrolle un trastorno que amerite de atención profesional especializada.

 

La "ansiedad se identifica por la presencia de diversas reacciones físicas, como por ejemplo: agitación, aceleración en el ritmo cardiaco, sudoración, dificultad para respirar, temblores, insomnio, mareos y nauseas, micción frecuente, etc. Así también, la identificamos mediante síntomas psicológicos, como por ejemplo, nerviosismo, preocupación excesiva, pensamiento aprensivo, irritabilidad, ideas pesimistas o fatalistas, hipervigilancia, y cambios en el estado de ánimo. De esta manera, existen múltiples causas que contribuyen para que una persona presente un estado de ansiedad, lo cual está determinado también por el tipo de personalidad y los recursos emocionales que se posean, ya que a medida que exista mayor vulnerabilidad psicológica, la persona es más propensa a presentar síntomas de ansiedad significativos. Situaciones como el estrés laboral, dificultades escolares, problemas en la concentración, deficiencia en el rendimiento físico, conflictos interpersonales y familiares, procesos de duelo, pérdidas económicas y rupturas amorosas, son algunas de las causas frecuentes que contribuyen para que una persona exhiba reacciones de ansiedad.

 

Es interesante cómo la ansiedad representa un detonante para que la persona experimente una sensación de malestar físico y psicológico de acuerdo a un motivo particular que no necesariamente atenta contra la vida del sujeto, ya que básicamente la ansiedad implica “un estado de preocupación por el futuro”, de modo que la sensación de tensión e intranquilidad son claves para la identificación de la #ansiedad, porque es la respuesta ante el desconocimiento, ante la inseguridad y baja confianza en sí mismo, ante la incertidumbre y ante la sensación de falta de apoyo que una persona puede experimentar.

 

Es posible atender la ansiedad y manejarla.


La #ansiedad al ser duradera, impacta en la vida cotidiana de la persona porque interfiere con el funcionamiento normal al dificultar la manera de abordar una situación. Al respecto, es común que cualquiera experimentemos nerviosismo antes de un examen, antes de un proceso de ascenso, al declarar nuestro amor a la persona amada, o al estar a la expectativa de un diagnóstico médico. Sin embargo, las personas que presentan reacciones de ansiedad más significativas o que padecen un trastorno de ansiedad, experimentan dificultades más severas para manejar este tipo de eventos. De igual manera, es importante señalar que la ansiedad se vuelve un obstáculo que nubla la autopercepción y las cualidades de cada individuo, siendo la prueba el hecho de que al finalizar un momento impactante, cuando concluye una situación adversa o problemática, es común que nos demos cuenta que el escenario catastrófico que anticipábamos y que nos generaba pesadumbre, decaimiento y alteración, resultó ser una condición pasajera o poco trascendente y que pudimos abordarla de manera efectiva. El problema radica en que hay personas que no logran sobrellevar su sensación, se ven rebasados por la desesperación, se inhiben ante el problema y no logran enfrentarlo de manera efectiva, entonces es aquí cuando hablamos de una condición psicológica importante.

 

Existen diversas maneras de atender la #ansiedad, y dentro de lo inmediato está la reflexión, es decir la revisión no solo sobre las posibilidades negativas de las situaciones que nos afectan, sino también de la elaboración mental de soluciones y planes de acción. Asimismo, existen ejercicios de respiración que ayudan a calmar la mente y a relajar el cuerpo, esto como una manera básica de prepararnos para atender un conflicto. Es importante también que la persona adquiera cada vez más hábitos saludables, de modo que la alimentación sana, el periodo de sueño apropiado, la higiene, la organización de tareas, activación física, la evitación de excesos, etc., fortalece el cuerpo y su rendimiento, lo cual contribuye para el manejo de la ansiedad.

 

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La psicoterapia ayuda a que podamos encontrar una manera de verbalizar aquel contenido de nuestra mente que nos oprime, nos ayuda a resolver los problemas con la ansiedad.

Es de suma importancia, el reconocimiento del factor emocional en el tema de la #ansiedad, por lo tanto los procesos de psicoterapia ayudan a que podamos encontrar una manera de verbalizar aquel contenido de nuestra mente que nos oprime, todo tipo de pensamientos irracionales que para nosotros tiene un sentido válido y nos afecta, las inquietudes que poseemos, así también las experiencias que resultan traumáticas y establecen un punto de partida para desarrollar síntomas de ansiedad trascendentes. Por lo tanto, es necesario comprender que existe la posibilidad de abordar la ansiedad y frenar sus efectos negativos en nuestra calidad de vida, debemos saber que el acudir con un profesional de la salud mental ayudará a que analicemos nuestros padecimientos y tomemos cartas en el asunto, darnos cuenta de que lo que nos ocurre no es una cuestión sin remedio, más bien que la ansiedad es una problemática que se vive con intensidad en nuestra sociedad y que cada vez más los niveles de estrés aumentan debido a factores como problemáticas económicas, laborales, familiares, morales y de salud, motivo por el que se considera de importancia el evitar ignorar los síntomas de la ansiedad, más aún cuando estos se suscitan con regularidad, impiden el funcionamiento normal y perjudican nuestra estabilidad en general.



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Lic. José Ruy García

Psicólogo clínico

Asociación Libre Monterrey

 
 
 
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