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Artículos sobre Ayuda Psicológica

  • 23 mar 2023
  • 2 Min. de lectura


A menudo, en textos psicoanalíticos y otras corrientes psicológicas, se emplea la palabra “cuerpo” para referirse a una parte de nosotros dónde recaen nuestras vivencias o experiencias (sufrimientos, temores, mandatos, reglas, separaciones, #duelos, #amor, etc.) Efectos o resultantes que se crean a partir de las relaciones con un otro y configuran nuestra identidad o personalidad. Ahora, todos conocemos esa palabra y sabemos identificarla señalando nuestro propio cuerpo humano. Es algo lógico e intuitivo cuando lo leemos.


La razón de este artículo es distinguir que en estas lecturas de la #psicología, la palabra “cuerpo” no se refiere precisamente a nuestro organismo (el cuerpo biológico compuesto de células, tejidos, órganos, etc.). Se referirá a otro cuerpo, uno que está compuesto de otra cosa, ajeno a la biología y a la química. No es algo separado, no es como que nos disociemos para crear este cuerpo, siempre está ahí (mentalmente), es el mismo, pero para poder teorizar, conceptualizar o imaginar aspectos ajenos a la biología, en el #psicoanálisis se utiliza y se distingue del cuerpo orgánico.


Puede resultar confuso esto: ¿para qué requerimos otro cuerpo que no es el biológico? Para poder explicar y dimensionar la complejidad de la vida humana desde distintas perspectivas. Hacerlo únicamente desde la biología/neurociencias no basta. Por eso existen también los antropólogos, sociólogos, filósofos, psicólogos entre otros, que se ocupan de estudiar sobre la vida humana desde distintos enfoques y paradigmas. Entonces ¿de qué está hecho este cuerpo? Está hecho de imágenes, palabras, relaciones interpersonales, representaciones, simbolizaciones, ideas, conceptos, abstracciones; en resumen, de #lenguaje. Que esto, es sólo posible en nuestra especie. Como seres que utilizamos mecanismos complicados para interiorizar y comprender la realidad exterior y por ello, después se producen imágenes de sí mismo y de nuestro entorno para poder asimilarla y vivirla.


Cuando existe la presencia de una #enfermedad en el organismo (dependiendo de la naturaleza y el curso de esta) no sólo tiene el potencial de deteriorar o acabar con la vida. También sabemos que ocasiona estragos en nuestro estado de ánimo y en nuestra psique, se encuentra la posibilidad de incapacitarnos por un periodo de tiempo. Nos indican guardar reposo, tomar medicamentos y recuperarnos para que nuestra vida cotidiana vuelva a la llamada normalidad. Pero ¿Qué hay de las enfermedades crónicas? Existen muchas afecciones con las que una persona tendrá que vivir por el resto de su vida, así como de la adherencia a su tratamiento (diabetes, VIH, cáncer, etc.) Aquí también dependerá de cada enfermedad su propio pronóstico, calidad de vida, tratamiento, etc. Podemos pensar ahora cómo se ve reflejada la enfermedad en nuestro cuerpo. Es decir, en la representación mental y psicológica que tenemos de nosotros mismos. Dichas representaciones, por ejemplo, tienen connotaciones sociales: ¿cómo me miran los demás ahora que vivo con esta enfermedad? Este tema es muy vasto en investigaciones de todo tipo.


Lo que me gustaría resaltar es que la vida de una persona con una enfermedad crónica no vuelve a ser la misma. Muchos pueden expresar negación, ira, deprimirse, entre muchas otras reacciones que pueden aparecer en el transcurso de una vida, incluso estancándose en algunas de ellas. Es claro que con ayuda psicológica una persona pueda mejorar esta situación emocional ¿Cuánto tiempo y sacrificio costará llegar a la aceptación? Eso lo dirá cada individuo y el tiempo.



Psic. Arturo Garay

“…da la palabra al dolor

porque el dolor que no habla

gime en el corazón hasta que se rompe”.

William Shakespeare


El desarrollo de las verbalizaciones se entiende como la capacidad de poner en palabras aquello que se encuentra como idea o en el pensamiento. Parece algo natural y que puede emerger sin dificultades. Como si fuera algo que una vez adquirido no pueda detenerse o quitarse. Solemos pensar que las cosas que disfrutamos en la adultez (o al menos en una etapa donde uno sienta mayor libertad de sus facultades) se dan por sentado. Sabemos, pero lo ignoramos en el día a día, que eso se constituyó en nuestra crianza, la cultura, nuestros genes, etc. Tendemos a hacer a un lado la infancia, pero más específico, ese ser infante que se fue desarrollando y que nos conforma ahora. Lleno de aprendizajes y errores; cosa que no termina uno de hacer en la adultez y para toda su vida. Lo podemos confirmar en cómo algunas personas ven a los niños como “distintos”, apartándolos a un lado. O sentir la niñez de cada uno como algo que “superó”. Mariano Sigman, un reconocido neurocientífico, escribe en uno de sus libros: “En general, por simplicidad y conveniencia hablamos de los niños en tercera persona, lo que erróneamente presupone una distancia, como si hablásemos algo que no somos”. Es algo común, pasa al olvido nuestra historia personal. Por interés momentáneo hablamos de ello en cuanto lo que nos marcó y dejó de aprendizaje valioso. Lo usamos de coordenadas, así como las experiencias posteriores que se van reactualizando.


Existe en personas, pautado por sus experiencias y desarrollo que han sido buenas, donde se desenvuelven (socialmente) sin ningún problema. Parece que algunos han tenido un ambiente, que quizás podemos llamar “más sano” que otros, donde el hablar, tanto opiniones y sentimientos, se verbalizaron sin “problema” alguno hasta lleno de elogios y reconocimientos. “Problemas” podemos encontrar quizás, en otros entornos, en los cuáles se vio severamente penado el verbalizar ideas y emociones. Ya sea por costumbre o tradición y se sigue pasando de una generación a otra. A veces encontramos que hay un dolor o dolores tan profundos que es mejor callarlos. Ese silencio y las consecuencias terribles de desobedecerlo es lo que parece pasarse de una familia a otra. De padres y madres hacia sus hijos. O, incluso, de los mismos Bisabuelos o abuelos que siguen gobernando un hogar ¿en qué momentos uno siente la libertad de expresarse? ¿Cuándo uno identifica que se siente más yo para poder mostrarse sin temor alguno?



Caminos para logarlo hay muchos. A veces sólo se necesita estar con las personas o el ambiente correcto para hacerlo. La psicoterapia es otro de estos caminos donde uno puede desarrollar o, incluso, despojarse de las inhibiciones y temores que pueden estar gobernando el mundo interior de alguien. La falta de comunicación en algunas personas no siempre se muestra como temor, sabemos que hay individuos que lo hacen a través de impulsos o acciones concretas, las más dañinas, las que se convierten en violencia hacia los demás o para esa misma persona. La importancia de esto radica en encontrar una verdad en cada uno de nosotros. Ojo con esto, no una verdad en el sentido existencial o filosófico, sino una verdad en nuestra historia personal, una que tenga suficiente sentido para sentirnos libres. Es una verdad que reencontramos en este camino desde la infancia hasta la actualidad. Y se convierta en algo tan valioso que nos deje marcados nuevamente para saber lidiar y confrontar nuestros conflictos.








Lic. Arturo Garay

Psicólogo clínico

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