A menudo, en textos psicoanalíticos y otras corrientes psicológicas, se emplea la palabra “cuerpo” para referirse a una parte de nosotros dónde recaen nuestras vivencias o experiencias (sufrimientos, temores, mandatos, reglas, separaciones, #duelos, #amor, etc.) Efectos o resultantes que se crean a partir de las relaciones con un otro y configuran nuestra identidad o personalidad. Ahora, todos conocemos esa palabra y sabemos identificarla señalando nuestro propio cuerpo humano. Es algo lógico e intuitivo cuando lo leemos.
La razón de este artículo es distinguir que en estas lecturas de la #psicología, la palabra “cuerpo” no se refiere precisamente a nuestro organismo (el cuerpo biológico compuesto de células, tejidos, órganos, etc.). Se referirá a otro cuerpo, uno que está compuesto de otra cosa, ajeno a la biología y a la química. No es algo separado, no es como que nos disociemos para crear este cuerpo, siempre está ahí (mentalmente), es el mismo, pero para poder teorizar, conceptualizar o imaginar aspectos ajenos a la biología, en el #psicoanálisis se utiliza y se distingue del cuerpo orgánico.
Puede resultar confuso esto: ¿para qué requerimos otro cuerpo que no es el biológico? Para poder explicar y dimensionar la complejidad de la vida humana desde distintas perspectivas. Hacerlo únicamente desde la biología/neurociencias no basta. Por eso existen también los antropólogos, sociólogos, filósofos, psicólogos entre otros, que se ocupan de estudiar sobre la vida humana desde distintos enfoques y paradigmas. Entonces ¿de qué está hecho este cuerpo? Está hecho de imágenes, palabras, relaciones interpersonales, representaciones, simbolizaciones, ideas, conceptos, abstracciones; en resumen, de #lenguaje. Que esto, es sólo posible en nuestra especie. Como seres que utilizamos mecanismos complicados para interiorizar y comprender la realidad exterior y por ello, después se producen imágenes de sí mismo y de nuestro entorno para poder asimilarla y vivirla.
Cuando existe la presencia de una #enfermedad en el organismo (dependiendo de la naturaleza y el curso de esta) no sólo tiene el potencial de deteriorar o acabar con la vida. También sabemos que ocasiona estragos en nuestro estado de ánimo y en nuestra psique, se encuentra la posibilidad de incapacitarnos por un periodo de tiempo. Nos indican guardar reposo, tomar medicamentos y recuperarnos para que nuestra vida cotidiana vuelva a la llamada normalidad. Pero ¿Qué hay de las enfermedades crónicas? Existen muchas afecciones con las que una persona tendrá que vivir por el resto de su vida, así como de la adherencia a su tratamiento (diabetes, VIH, cáncer, etc.) Aquí también dependerá de cada enfermedad su propio pronóstico, calidad de vida, tratamiento, etc. Podemos pensar ahora cómo se ve reflejada la enfermedad en nuestro cuerpo. Es decir, en la representación mental y psicológica que tenemos de nosotros mismos. Dichas representaciones, por ejemplo, tienen connotaciones sociales: ¿cómo me miran los demás ahora que vivo con esta enfermedad? Este tema es muy vasto en investigaciones de todo tipo.
Lo que me gustaría resaltar es que la vida de una persona con una enfermedad crónica no vuelve a ser la misma. Muchos pueden expresar negación, ira, deprimirse, entre muchas otras reacciones que pueden aparecer en el transcurso de una vida, incluso estancándose en algunas de ellas. Es claro que con ayuda psicológica una persona pueda mejorar esta situación emocional ¿Cuánto tiempo y sacrificio costará llegar a la aceptación? Eso lo dirá cada individuo y el tiempo.
Psic. Arturo Garay
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