Ya comienza el mes de diciembre y con ello las planeaciones y la organización de las respectivas fiestas de navidad y fin de año. Del mismo modo, surge una encomienda y misión que en los últimos años se ha establecido como el centro de las festividades: la adquisición de los regalos de navidad. Múltiples e innumerables son las opciones que se encuentran en el mercado para obsequiar a los niños en esta navidad: desde juguetes eléctricos, de acción, casitas, consolas de videojuegos, smartphones, tablets, muñecas, etc. Esto puede volverse una verdadera encrucijada para los padres dado que se busca cumplir con el regalo ideal o que cumpla con lo que la hija o el hijo desea e incluso, que cumpla con las sugerencias que lo que los expertos (háblese de psicólogos, pedagogos o médicos) recomiendan para lograr un desarrollo intelectual y emocional del infante.
Sin embargo, hay que preguntarnos, qué es lo que está implícito en lo que regalamos a nuestros hijos. Existen diversas situaciones que pueden ejemplificar “eso” que se encuentra escondido en lo que regalamos a en navidad y que hace que pierda valor el presente que les brindamos. Un caso de ello lo vemos reflejado en el restringido tiempo que brindamos en la crianza a los niños debido a las amplias jornadas laborales y el ritmo de vida veloz al cual estamos sujetos, lo que obliga a los padres a tratar de compensar las desatenciones ocurridas durante el transcurso del año a través de proveer de regalos. Del mismo modo, otro factor se relaciona con que en la actualidad nos encontramos más concentrados en adquirir un producto para mostrarlo a los demás que como obsequio al ser amado, lo que igualmente pone como punto central el consumo y la compra, más no el afecto. Por último, también se puede dar mayor énfasis en un regalo que facilite el cuidado de los hijos situación que aqueja en muchas familias ya que es común que se utilice los smartphones para que los niños jueguen o se tranquilicen.
Las anteriores situaciones dejan la sensación de un hueco, es decir que son regalos pero que carecen de elementos afectivos importantes. Si bien, todas las personas recordamos con cariño algún regalo de nuestros padres, tíos, de “Santa Claus” o los “Reyes Magos”, aunque el objeto en sí que recibimos no cubre una necesidad que haya sido determinante o para subsistir para nuestra vida durante la infancia, la importancia radica en que el regalo evoca una emoción y un valor afectivo de lo que representa o de quien proviene el regalo. De allí, que hay otros regalos que sí resultan indispensables y que perduran a lo largo de la vida del niño hasta su vida adulta y tiene que ver con el otorgarles amor, respeto y protección.
Para brindar estos regalos, no se requiere de una fecha conmemorativa y ellos tendrán un impacto a largo plazo, ya que además de ser obsequio preciado, se convertirán en herramientas que utilizarán frente a las diferentes circunstancias que tengan que afrontar. En una época de consumo, el respeto, el afecto y el amor son regalos que “cuesta mucho” compartir, resultando más difícil otorgar tiempo para escuchar, para sostener, para contener y dar lugar a las necesidades y dudas de nuestros hijos, pero el proveerles de estas herramientas les posibilitan adquirir otros regalos de mayor valía a lo largo de sus vidas. Por ejemplo, resolver problemas por sí mismos, mantener una relación cercana con sus propios padres, desarrollar empatía por allegados y amistades e incluso, elegir relaciones de pareja cálidas y posteriormente, también mostrarse interesados y amorosos con sus futuros hijos, cuando les corresponda ser padres sí así lo desean.
Un niño logrará sobrevivir sin un juguete comprado, siempre y cuando cuente con la suficiente protección y se desenvuelva en un ambiente amoroso. Al contar con ello, consiguen arreglárselas para jugar aún y ante la ausencia de un “artefacto” puesto que el afecto que los padres le proveen posibilita el desarrollo de habilidades para convertir una caja de cartón en un palacio, en una casa, en una nave o en un escondite en el que pueden imaginar, divertirse, generar historias y recuerdos que perdurarán para toda la vida.
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