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Artículos sobre Ayuda Psicológica

“…da la palabra al dolor

porque el dolor que no habla

gime en el corazón hasta que se rompe”.

William Shakespeare


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El desarrollo de las verbalizaciones se entiende como la capacidad de poner en palabras aquello que se encuentra como idea o en el pensamiento. Parece algo natural y que puede emerger sin dificultades. Como si fuera algo que una vez adquirido no pueda detenerse o quitarse. Solemos pensar que las cosas que disfrutamos en la adultez (o al menos en una etapa donde uno sienta mayor libertad de sus facultades) se dan por sentado. Sabemos, pero lo ignoramos en el día a día, que eso se constituyó en nuestra crianza, la cultura, nuestros genes, etc. Tendemos a hacer a un lado la infancia, pero más específico, ese ser infante que se fue desarrollando y que nos conforma ahora. Lleno de aprendizajes y errores; cosa que no termina uno de hacer en la adultez y para toda su vida. Lo podemos confirmar en cómo algunas personas ven a los niños como “distintos”, apartándolos a un lado. O sentir la niñez de cada uno como algo que “superó”. Mariano Sigman, un reconocido neurocientífico, escribe en uno de sus libros: “En general, por simplicidad y conveniencia hablamos de los niños en tercera persona, lo que erróneamente presupone una distancia, como si hablásemos algo que no somos”. Es algo común, pasa al olvido nuestra historia personal. Por interés momentáneo hablamos de ello en cuanto lo que nos marcó y dejó de aprendizaje valioso. Lo usamos de coordenadas, así como las experiencias posteriores que se van reactualizando.


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Existe en personas, pautado por sus experiencias y desarrollo que han sido buenas, donde se desenvuelven (socialmente) sin ningún problema. Parece que algunos han tenido un ambiente, que quizás podemos llamar “más sano” que otros, donde el hablar, tanto opiniones y sentimientos, se verbalizaron sin “problema” alguno hasta lleno de elogios y reconocimientos. “Problemas” podemos encontrar quizás, en otros entornos, en los cuáles se vio severamente penado el verbalizar ideas y emociones. Ya sea por costumbre o tradición y se sigue pasando de una generación a otra. A veces encontramos que hay un dolor o dolores tan profundos que es mejor callarlos. Ese silencio y las consecuencias terribles de desobedecerlo es lo que parece pasarse de una familia a otra. De padres y madres hacia sus hijos. O, incluso, de los mismos Bisabuelos o abuelos que siguen gobernando un hogar ¿en qué momentos uno siente la libertad de expresarse? ¿Cuándo uno identifica que se siente más yo para poder mostrarse sin temor alguno?



Caminos para logarlo hay muchos. A veces sólo se necesita estar con las personas o el ambiente correcto para hacerlo. La psicoterapia es otro de estos caminos donde uno puede desarrollar o, incluso, despojarse de las inhibiciones y temores que pueden estar gobernando el mundo interior de alguien. La falta de comunicación en algunas personas no siempre se muestra como temor, sabemos que hay individuos que lo hacen a través de impulsos o acciones concretas, las más dañinas, las que se convierten en violencia hacia los demás o para esa misma persona. La importancia de esto radica en encontrar una verdad en cada uno de nosotros. Ojo con esto, no una verdad en el sentido existencial o filosófico, sino una verdad en nuestra historia personal, una que tenga suficiente sentido para sentirnos libres. Es una verdad que reencontramos en este camino desde la infancia hasta la actualidad. Y se convierta en algo tan valioso que nos deje marcados nuevamente para saber lidiar y confrontar nuestros conflictos.




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Lic. Arturo Garay

Psicólogo clínico

 
 
 

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Muchas veces nos hemos preguntado si el psicólogo es aquel encargado de medicarnos cuando nos sentimos mal emocionalmente. Dentro de consulta esto es una duda muy recurrente en pacientes con sintomatologías ansiosas o depresivas, por mencionar algunas de ellas. También los vemos en algunos casos de urgencias psicológicas, por ello hablaremos un poco acerca de esto y cuándo podemos pensar en conjunto una derivación psiquiátrica.


Si bien existen diversos motivos de consulta, cada uno de ellos únicos y graves en su particularidad, existen momentos de nuestra vida en donde los recursos de afrontamiento para situaciones conflictivas ya no nos alcanzan, parecen que no nos dan abasto, por ello decidimos de primer momento acudir con un especialista, ya sea un médico general, de lo familiar o directamente con el psicólogo. En este momento durante las primeras tres a cinco sesiones se realiza una entrevista a profundidad para conocer acerca del motivo de consulta.


Una vez teniendo el conocimiento de la afección o afecciones por las cuales atraviesa el paciente se valoran los recursos psicológicos del paciente, es decir, las habilidades y/o herramientas con las que cuenta para afrontar sus problemáticas y/o conflictos por los que está atravesando en esos momentos. Aunado a esto también se realizan algunas otras indagatorias que para fines del presente artículo no mencionaré ya que me gustaría enfocarme de momento en la derivación psiquiátrica.


Una vez establecido los recursos psicológicos del paciente, la sintomatología y duración en cuanto a cantidad o calidad de vida que esto pudiera otorgarle, podemos evaluar que tanto nuestro paciente puede continuar desarrollando su vida diaria. ¿Qué tanto logra dormir? ¿Se está alimentando bien? ¿Logra concentrarse, está muy irritado, cansado, con falta de energía? ¿Presenta quizá episodios de ausencias? ¿Está en riesgo su integridad física y/o de quienes lo rodean? Estas son algunas interrogantes para investigar junto al paciente.


Cuando existen una o más de estas dificultades, es dónde podemos pensar en una derivación al psiquiatra para valoración. Es decir, no es solamente canalizarlo y ya, se deberá pensar primero en una entrevista con el especialista dónde valorará la calidad de vida del paciente y si es o no candidato a tomar algún fármaco que le permita recuperar parte del control de sus actividades diarias, las indispensables para el funcionamiento del organismo y sus necesidades básicas como dormir, comer y descansar bien. Entre otros elementos particulares de cada individuo.


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Otro de los elementos a considerar antes de la derivación al psiquiatra es la disposición del paciente, esto debido al estigma que hay sobre la salud mental, la visita al psiquiatra y el concepto erróneo y fantasioso que se tiene de los psiquiatras, como aquellas frases de: “no estoy loco”, “ahí van los locos”, “eso no es para mí”, “me van a internar en un psiquiátrico”. Todo esto está más allá de la realidad. Gracias a la pantalla grande, el cine y al poco acceso a la información, han desvalorado y estigmatizado tanto la labor del psiquiatra que luego se vuelve un blanco fácil para la desacreditación o mitos sobre los trastornos de salud mental, la visita al psiquiatra y de quiénes necesitan algún tipo de medicación.


Así como existen dolores estomacales y a veces no es suficiente ir con el médico familiar, nos derivan con el gastroenterólogo el cual, en algunos casos debe medicarnos para resolver algún conflicto. Esto pasa igual con el psicólogo y psiquiatra. Habrá afecciones emocionales que tendrán un trasfondo neuroquímico que requerirán de un especialista distinto y por consecuencia, de un tratamiento diferente.


Los invito a platicar respecto a la derivación con el psiquiatra con sus psicólogos, hagan todas sus preguntas, no se queden con dudas. Verán que en algunos casos será necesaria la derivación y cuando eso suceda será para que el tratamiento psicoterapéutico funcione a la par que un tratamiento farmacológico convirtiéndose en un trabajo interdisciplinario en donde el abordaje del motivo de consulta será abarcado de diversas aristas en pro de la salud de ustedes como pacientes.


A continuación, les dejo algunos mitos de la visita al psiquiatra.

1. Si voy con el psiquiatra significa que estoy loco/a

No. El ir con el psiquiatra no significa estar en un estado de “locura” significa que nuestros síntomas deben ser revisados por un especialista para que mejoren o desaparezcan.


2. El psiquiatra únicamente medica

No. Debido que primeramente realiza una valoración en la cual determina si el paciente es candidato o no para la ingesta de algún medicamento. De no requerirlo lo notifica y se deriva de nuevo al psicólogo.


3. Si voy con el psiquiatra es porque me van a internar en un hospital psiquiátrico.

No. No todos los pacientes psiquiátricos requieren de un internamiento psiquiátrico, existen incluso algunos pacientes que no son psiquiátricos y en ocasiones requieren internamientos. Recordemos el ejemplo del gastroenterólogo, si tengo dolor estomacal y no cede con el medicamento, quizá opte por algún internamiento hospitalario para realizar estudios o para mantener en observación al paciente y estar al tanto de las reacciones de algunos fármacos hasta encontrar el adecuado a la afección de salud.


4. Si voy con psiquiatra debo estar muy mal.

No. El ir con el psiquiatra en la mayoría de los casos es para prevenir complicaciones. Muchas veces se derivan a pacientes cuando existen algunos focos rojos que pudieran resultar en una emergencia.


5. Si voy con el psiquiatra es porque tomaré medicamento de por vida y seré dependiente del mismo.

No. Existe el caso por caso, dependiendo de la afección de salud será el tratamiento indicado. Habrá medicamentos que serán por un tiempo definido y habrá otros que no. Esto no lo sabremos hasta cada caso en particular. Es como, por ejemplo. En pacientes prediabéticos requieren de medicamento por algún tiempo definido, pero en otros casos con diabetes, existen tratamientos de por vida. Esto no lo sabremos hasta tener una valoración médica.


Espero haya sido de su agrado. ¡Nos leemos pronto!



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Lic. Yuridia Recio

Psicóloga Clínica

 
 
 


Te sientes identificado o identificada con esta pregunta, sigue leyendo para descubrir el porqué.


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En ocasiones pasa que reconocemos un malestar en nuestra vida, en nuestras relaciones interpersonales, noviazgo e incluso en nuestra familia. Sabemos quiénes sufren y hacemos todo lo que está en nuestras manos para apoyar, ayudar y aminorar el sufrimiento de alguien más, aunque esto sea agradecido, o a veces no.


¿Has notado que dentro de dichas relaciones pareciera que tu aportación es mayor a la de los demás o incluso la única? Bueno, si éste es tu caso quizá estés atravesando por un #chantaje #emocional en dónde se deja en claro que el bienestar de alguien más está directamente relacionado con tu presencia o ayuda. Haciéndote responsable de su estabilidad emocional o de su felicidad, que sin ti esa persona no podría salir a delante.


Dónde pudiera llegar un momento en la vida en donde sea mas constante estar o hacer cosas para el bienestar de una tercera persona y no del propio, dejándote en segundo término y quizá con el pensamiento de ser egoísta y no permitiéndote hacer algo para ti. Entonces es dónde pudiera a parecer el sentimiento de #culpa, culpa por disfrutar, reír, por sentirse bien por un instante, siendo nublado ese bienestar por la idea equivocada de no deber sentirse así acosta de la felicidad de alguien más.


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Pero ¿por qué razón sucede esto? Partiendo del supuesto de un largo tiempo haciéndose cargo de alguien y estando en segundo plano, se piensa que somos esencial para esa persona y que nuestros intereses pueden ser pospuestos porque en algún otro momento se pueden llevar a cabo, o porque quizá no son tan importantes a comparación de las dificultades o problemáticas que alguien más pueda tener.


Nos enseñan desde pequeños a ser compartidos y no ser personas egoístas, que es importante ofrecer una mano a quienes la necesitan. Pero entonces dónde queda el ayudar al otro hasta dónde podamos hacerlo, o bien de ayudar al otro siempre y cuando no dejemos de ser nuestra prioridad, o mejor aún, de pensar que no somos importantes como los demás.


Todos los problemas son importantes y no hay uno más importante que otro, una cosa es que podamos decidir cuál solucionar primero pero no por ello uno deja de ser más considerable que el otro, recordemos que todos tenemos una percepción distinta de las cosas y que respecto a nuestra edad y maduración logramos establecer el grado de urgencia.


Por ello es vital destacar que hay una clara distinción entre apoyar y hacerse cargo de las cosas. Donde la primera se trata de ayudar a que alguien consiga algo, mientras que hacerse cargo es hacer las cosas nosotros mismos. Si pensamos en esto cada vez que “apoyemos” estaremos actuando como esa persona que colabora o influye en ciertos aspectos únicamente.


Entandamos que el apoyar es un sostén mientras se buscan nuevos puntos de anclaje para continuar afrontando situaciones de conflicto. Nuestro aporte está en ser una persona que brinde escucha, por mencionar un ejemplo, pero puede ser cuidado, realizar alguna actividad, etc. Siempre y cuando no se descuiden nuestros compromisos, actividades, planes y/o deseos.


A lo largo de nuestra vida se puede dar el caso en donde apoyemos en algunas circunstancias a nuestros amigos, pareja y familia. Pero, ¿qué pasa cuando esto se vuelve recurrente, cuando trastoca nuestros planes, responsabilidades, deberes, etc? Aquí es dónde debemos empezar a tener cuidado e ir identificando si se muestran sensaciones de intranquilidad, angustia, o bien, preocupación excesiva, pensamientos de que pudieran causar un mayor malestar nuestra ausencia o participación.


En el último caso puede estar acompañado por frases como, “sin ti no puedo hacer las cosas”, “eres mala persona”, “no te importo lo suficiente”, por mencionar algunas. Esto es “chantaje emocional” y hay que alejarnos de dicha dinámica por nuestra salud mental.


Recomiendo que al identificar que pudiéramos estar atravesando por un “chantaje emocional” comencemos con…


· Poner límites claros en cuanto al tiempo se refiere y que mejor en brindar ayuda cuando realmente aquella persona no pueda hacer algo.


· Proponer soluciones específicas a un problema sugiriendo canalizar de ser necesario a instancias, por ejemplo.


· Considerar si realmente estamos brindando ayuda o si ya nos estamos haciendo cargo del problema.


· Aprender a decir que no podemos hacer algo o ya no deseamos hacerlo porque ya no está afectando.



Siempre será importante ser nuestra prioridad, el autocuidado debe ser parte crucial de nuestra vida. No podemos ayudar sin descuidarnos y no nos corresponde hacernos cargo de cosas que no son nuestras.


Me despido no sin antes recordarles que siempre podemos acercarnos a un profesional de la salud cuando algo se comienza a salir de nuestras manos o cuando notamos un malestar o incomodidad.



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Lic. Yuridia Recio Gutiérrez

Psicóloga Clínica

 
 
 
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