Muchos piensan que enamorarse es cuestión del destino o del azar, los medios, Hollywood y esta idea del amor romántico, se han encargado de hacernos creer que nuestros instintos automáticamente nos guiarán hacia alguien que sea bueno para nosotros, aquella persona que al verla sabremos que es de quién debemos enamorarnos.
El amor y el sentimiento de enamorarnos, nos permite sentirnos comprendidos por alguien, esta sensación de que esta persona nos cuida, nos ayuda a crecer, entiende nuestra tristeza y nos apoya en los momentos difíciles de la vida, pensamos que nuestros sentimientos nos dirán exactamente cuando hayamos encontrado a la persona correcta, aquella digna de que nos enamoremos; así es como suena el amor romántico, cálido y dulce, amable y como todo aquello que esperabas, pero a veces la realidad no es así, nuestros instintos no siempre se encuentran en lo correcto y nos pueden llevar a cometer errores, inclusive podría decirse que el amor romántico diría que las dificultades que encontramos en las personas no son culpa de nosotros, sino de que no hemos encontrado a la persona indicada, nuevamente debemos iniciar esta búsqueda, la insaciable ideación de que a pesar de haber llegado al divorcio y haber vendido la casa, esto solo significa una cosa, que la persona con la que nos encontrábamos no era la correcta y nuestra búsqueda para enamorarnos de nuestra alma gemela aún no termina, que esa persona aún se encuentra allá afuera y no es culpa sino del otro habernos equivocado.
Sin embargo, el psicoanálisis tiene otra teoría acerca de cómo nos enamoramos, no se basa en nuestros instintos, ni acerca de aquellos que se preocupan y nos cuidan en maneras idílicas, sino en las que lo hacen de manera familiar, maneras en las que nos encontramos acostumbrados a encontrar lo que nosotros conocemos como amor. Pero entonces, ¿cómo sabré lo que es el amor?, la respuesta es simple, el amor que conocemos como adultos, viene de una plantilla que se creó durante la infancia, en nuestra niñez, a la vez, entrelazada con una serie de compulsiones problemáticas que van a dictar nuestro desarrollo.
Creemos que nos enamoramos y encontramos la felicidad en el amor, pero en realidad lo que buscamos es la familiaridad.
Buscamos volver a sentir, a recrear, en nuestras relaciones adultas, aquellos sentimientos y emociones que tan bien conocíamos, que llegaban a ser mucho más que ternura o cuidados.
Sin embargo, ¿qué pasa cuando rechazamos a aquellos que pareciera que son buenos para nosotros? Cuando rechazamos enamorarnos de aquella persona que en sentido lógico, suena a que es la persona correcta de la que deberíamos enamorarnos. Lo que pasa es que el amor que experimentamos cuando éramos niños probablemente estaba combinado y confuso con otras dinámicas que llegaban a ser destructivas, un sentimiento de como niños, ayudar a un adulto que se encontraba fuera de control, o no haber tenido una madre que fuera cálida o encontrarnos asustados de un padre y su enojo e ira que atacaba contra nosotros, y por estas y/o muchas otras razones, es por las cuales rechazamos a aquellas personas que suenan ser un tanto más correctas de lo que merecemos, parecieran ser excesivamente balanceadas con base en nuestras experiencias, un tanto más maduras de lo que pensamos deberían de ser, comprensivas y confiables. Buscamos a otros, de manera inconsciente, que encajen con nuestra idea de lo que es el amor, que sus patrones de frustración sean familiares a lo que conocemos, elegimos enamorarnos de aquellos que pareciera que encontramos un sentido a la manera en que interacciones con nuestros propios patrones inconscientes.
Claro, esto nos significa que solo sentimos atracción por personas con rasgos negativos, podemos sentir atracción por alguien que tiene carisma, es inteligente, generoso, pero también nos trata con un poco de desdén, o que no tiene la capacidad de estar solos.
¿Qué se puede hacer para romper este ciclo?
Acudir a terapia para entender los factores que gobiernan nuestro actuar, nuestras atracciones
Tratar de encontrar una relación entre la relación con nuestros padres y la de nuestra pareja
Intentar hacer conscientes los posibles patrones que introyectamos en nuestra infancia
Identificar aquellas cualidades que nos desaniman de las personas
Es posible encontraremos que aquellas personas que son tiernas y amables, nos parecen aburridas, y aquellas personas que son frías, cierto nivel de crueldad o distancia suman parte de una lista de cosas que necesitamos, de manera extraña, para enamorarnos. Y así, poco a poco, comenzar a tener un idea más clara de aquellas cosas que buscamos en la otra persona, y darnos cuenta que la persona con la que nos encontramos podría no ser una combinación particularmente buena para nuestra felicidad, tanto personal como mútua, es cuestión de comenzar a liberarnos de aquellos patrones de afecto que se nos enseñaron en la infancia.
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