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El acto doloroso de levantarse de la cama.


No sé qué hora es, pero sé que es tiempo de levantarse, estoy despierta desde hace varias horas, desearía dormir un año si fuera posible. Tengo tantas cosas que hacer y poca fuerza para realizarlas; es confuso cuando el acto de levantarse de la cama se volvió tan complicado.

De pronto me parece que la cama me abraza, las sabanas se convierten una especie de fuertes y musculosos tentáculos, me someten sumiéndome al colchón, como si me quisiera integrar y desaparecer. Pero en realidad no sucede nada, para los ojos de los otros, solo soy floja, me juzgar por no ser productiva igual que ellos. Creen que he decidido estar así, que disfruto dormir y nada más, pero ojalá fuera así. Dormir se ha vuelto un tormento, los sueños se han vuelto solo pesadillas que perturban sin cesar, en ellos me persiguen, quiero gritar y no puedo, por mi boca no sale ningún sonido, cuando lo logro me despierto por mi propio grito, con el corazón acelerado y con una angustia enorme. Mi día comienza después de una jornada de pesadillas.

Luego encontrar el para qué, ¿para qué levantarme? a nadie le importo en realidad, no puedo disfrutar mi trabajo ni de las demás actividades. ¿Qué sentido tiene mi existencia? Puedo pasar horas mirando a la pared y haciéndome mil preguntar sin encontrar ninguna respuesta. No me he levantado y ya estoy agotada. Agotada de hacer nada.

Encima, no me permito contar estas cosas, ¿para qué? si le cuento a mi familia se angustiarían, no sabrían qué hacer, a mis conocidos quizá les daría lástima, a mis seres queridos los torturaría si supieran el infierno que habita en mí. Prefiero que ellos solo vean una floja y me juzguen por ello, aunque soy consciente que eso me lastima más.

En verdad he intentado de todo, buscar consejos en paginas de psicólogos, leí un libro de autoayuda, pedirle al padre de la parroquia que me bendijera, un sinfín de cosas más. Y no, nada funciona, cada mañana el martirio continua.

Y bueno, que decir de los domingos, tan placenteros para algunos, un día libre, el anhelado día de descanso, el día alegre, el día soleado, sin embargo, para mí resulta ser el día más largo y oscuro de la semana, me lo imagino como un vacío con paredes, pues no es eterno, aunque en ése día lo parece, la cama y yo nos volvemos una sola cosa. ¡Claro que lo intento! intento no ceder a ella, intento alejarme, intento levantarme, verán: lo primero que hago es, quitarme los tentáculos o las sabanas que es lo mismo, me siento en el borde del colchón, estoy a punto de dar el salto, de lograrlo, de salir victoriosa cuando menos una vez ese día y justo en el último movimiento en ese preciso momento me desvanezco, soy presa de nuevo en la red que me atrapa, me convierto en un pañuelo inerte, en la realidad no, pero me gustaría que pasara, cuando menos así el viento me

movería y mi pesadez se esfumaría.

Y va de nuevo, otro día más haciendo el acto doloroso de levantarme de la cama.

¿Fin?


Esto es una ficción, sin embargo, no es ficción lo que algunas personas pueden experimentar, como en este caso en el que se vive un profundo vacío frente a actos que podrían ser sencillos en sí mismos. Concientizar sobre las distintas formas que se pueden expresar patologías o afecciones psicológicas podría generar más entendimiento en la comunidad y a su vez serán menos estigmatizados dichas expresiones, facilitando así el acceso a la resolución de quienes los padecen.

Seamos empáticos y acompañemos a quienes necesitan ese apoyo.



Psic. Brenda Martínez

Psicóloga de adolescentes, adultos y parejas

Asociación Libre - Psicólogos en Monterrey

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