El (no) lugar del analista.
- Esther SolĆs
- 3 feb 2022
- 10 Min. de lectura

ĀæCuĆ”l es el lugar del #analista? Una pregunta que retumba incesante por muchos pasillos de instancias acadĆ©micas dedicadas a la disciplina que es el psicoanĆ”lisis. Una pregunta que se formularon los grandes teóricos como lo fueron #Freud, #Lacan, #Klein, #Winnicott, #Dolto, etc. y que solo parcialmente lograron contestar. Pareciera que la noción de sujeto en psicoanĆ”lisis tiende a una visión especificada en donde el āyoā (en la clĆnica, el #paciente) es el centro de los procesos; en Freud lo podemos ver gracias a su visión psicodinĆ”mica de āunā aparato psĆquico de āunā sujeto sin rostro, mismo aparato psĆquico que estĆ” bien fundamentado en instancias psĆquicas como lo son el yo y el ello (en su visión dinĆ”mica) o lo #consciente y lo #inconsciente (en su tópica económica) (Freud, S. 1915). En Lacan esta distinción es menos clara debido a la influencia hegeliana que contiene toda su obra (en especĆfico la concepción dialĆ©ctica) en donde el Otro tiene un papel importante en la constitución estructural del sujeto, sin embargo, el sujeto (al inconsciente) sigue siendo el principal actor, es la base material que comienza con la dialĆ©ctica del deseo, es precisamente de donde parte la visión/creencia de la existencia de #Otro (que necesariamente no soy yo). En la triada Klein-Winnicott-Dolto se podrĆa confundir la diada madre-hijo como una visión de sujeto no centrada solo en el sujeto, sin embargo, recordemos que dichos autores ponen en manifiesto la vital importancia de la madre en los primeros aƱos de vida y sobre todo en la no diferenciación (ni psĆquica ni fĆsica) entre el infante y la madre, por lo que el sujeto sigue siendo el mismo solo que en diferentes instancias corpóreas (recordando a Freud y las diferentes instancias psĆquicas). Es con esta pequeƱa revisión que surge la duda ĀæCómo es siquiera posible la clĆnica psicoanalĆtica si en realidad no hay un lugar para el analista? ĀæSerĆ” que esa otredad imaginaria (inexistente fĆ”cticamente) es el lugar del analista? ĀæCuĆ”l en verdad es el lugar del analista en anĆ”lisis? El presente ensayo tiene como objetivo principal la reflexión de dicha temĆ”tica y no pretende ser mĆ”s que un esbozo sobre una (otra) noción ontológica de (un otro) sujeto en psicoanĆ”lisis.
La clĆnica psicoanalĆtica ha devenido por muchos cambios, unos cambios del orden de lo teórico y de la concepción que se tiene sobre el psiquismo humano y otros del orden de lo metodológico en cuanto al quehacer clĆnico. Todo comenzó a finales del IXX, la etiologĆa de las #neurosis e histerias estaban atadas a una explicación medica hereditaria que en realidad no explicaba nada (una explicación lineal y autorreferencial). No fue sino hasta los trabajos con terapia hipnótica, impulsada principalmente por Charcot y Janet, cuando las hipótesis sobre la etiologĆa de la histeria comenzaban a florecer. Se supo que habĆa una relación entre el estado hipnótico y el mejoramiento o desaparición de sĆntomas histĆ©ricos, todo por medio de la orden dada por el hipnotista. Sin embargo, no es sino hasta 1895 cuando se publica āEstudios sobre la histeriaā que se deslumbran no solo una explicación de la etiologĆa de las histerias (neurosis), sino tambiĆ©n un mĆ©todo terapĆ©utico, el mĆ©todo de la abreacción. Es a partir de este punto donde Freud comienza a utilizar dicho mĆ©todo con sus pacientes, mismo mĆ©todo que consistĆa en que el paciente (en un principio en estado hipnótico) contara el origen de sus sĆntomas, despuĆ©s de esto el #sĆntoma se cancelaba (Freud, S. 1905). Freud rĆ”pidamente se da cuenta de que este mĆ©todo no funcionaba con todos los pacientes debido a que se requerĆa cierto grado de predisposición sugestiva, sin embargo, dicho mĆ©todo es cambiado por el mismo Freud con otro factor del orden de la sugestión; Freud colocaba su mano en la frente de los pacientes y les decĆa que recordaran el origen de sus sĆntomas. Posteriormente (con la llegada de la āinterpretación de los sueƱosā) el mĆ©todo psicoanalĆtico paso de un orden que corresponde al acto (la vivencia del trauma psĆquico por medio de la abreaccion o la sugestión por parte del analista) a un orden que (co)responde a la palabra, la palabra dicha por el paciente, lo que es conocido como el mĆ©todo de asociación libre. Esta pequeƱa semblanza histórica solo nos puede colocar ante una pregunta ĀæEl papel del analista sufrió cambios? ĀæAcaso se pasó de un lugar activo a un lugar pasivo? Para Freud no hay diferencia, de la sugestión a la interpretación, en ambos polos del tratamiento analĆtico existe algo clavado en el analista, algo que lo coloca como tal, la cura, el analista es quien brinda la cura. Lo anterior puede explicarse por varios motivos, el mĆ”s obtuso y por demĆ”s simplista es achacarle dicha visión a la tradición medica que Freud tenia (ādespuĆ©s de todo, Freud era un mĆ©dico, un neurólogo, un hombre de cienciaā); Freud era un mĆ©dico, eso es cierto, pero un mĆ©dico poco convencional. Es cierto que en un principio (sobre todo en el āproyecto de psicologĆa para neurólogosā) Freud habla de una clara correlación entre el cerebro humano y su funcionamiento celular con el aparato psĆquico, de hecho, Freud apela a una localización especifica en ciertas estructuras cerebrales con respecto a ciertas estructuras psĆquicas, sin embargo, hay un punto (el cual tiene su origen en āla interpretación de los sueƱosā) en el que Freud se da cuenta de que el psiquismo en si no es la base material donde descansa (asĆ como un edificio no es cemento y ladrillos), la metapsicologĆa es algo que va mĆ”s allĆ” de la simple carne. Es a partir de este punto que Freud se da cuenta de que las explicaciones biologisistas no encuadran con la naturaleza de lo inconsciente; es por esta misma razón que el mĆ©todo (y su ulterior desarrollo) no puede seguir la misma lĆnea mĆ©dica, se pudiera encontrar otra razón del por quĆ© Freud creĆa en que el analista tiene la cura (o para el caso, que existe una cura), y es algo que atravesaba a Freud como sujeto, no como teórico, era la misma angustia de Freud. Es cierto que Freud fue un pensador como ningĆŗn otro, quien se enfrentó a sus propios demonios, que se autoanalizo y que āno tenĆa prejuicios teóricosā, despuĆ©s de todo ĀæNo serĆa todo esto lógico si tomamos en cuenta que estamos hablando de un mĆ©dico judĆo de Viena que en la Ć©poca victoriana se atrevió a afirmar que existĆa una sexualidad infantil? Sin embargo, y como dice Vladimir Jankelevich (2006): āSabemos que vamos a morir, pero no lo creemos en realidadā, Freud sabia de la existencia de lo inconsciente (lo analizo, lo puso en coordenadas, lo elaboro teóricamente) pero no creĆa en realidad en Ć©l; es debido a esto que Freud guardaba con recelo el poco poder que le quedaba ante la inminente y atemorizante presencia de lo inconsciente, la cura, y es que en tĆ©rminos concretos Freud no creĆa que el āanalistaā tenĆa la cura, sino que Freud es quien tenĆa la cura. Zizek (2010) retoma de Lacan y de Hegel un concepto llamado interpasividad (lo contrario a la interactividad), es en esta noción donde un sujeto goza de la actividad para que otro permanezca pasivo, es asĆ como una persona dentro de la ideologĆa liberal-capitalista produce sin dejar trabajo para los dueƱos de los medios de producción (bĆ”sicamente funciona como un mecanismo de alienación), pero Āæno es acaso ese el funcionamiento del anĆ”lisis freudiano ortodoxo? ĀæQuĆ© el analista (quien sabe) brinde interpretaciones al contenido inconsciente que trae el paciente al consultorio? ĀæNo es acaso el analista quien hace la elaboración por el paciente? Freud lo toma de forma distinta, como si el analista es quien guĆa la cura, pero no es el analista quien guĆa la cura. Todo esto pone en manifiesto los fantasmas del mismo Freud, fantasmas que muestran un cuerpo devorado por su mismo descubrimiento, por lo que en realidad es, por el inconsciente, la cura era la Ćŗnica cosa que mantenĆa apaciguada a tal bestia mitológica, lo Ćŗnico que podĆa domarla bajo el yugo de la razón, el sentido de lo sinsentido.

Con lo anterior se puede creer que la noción de sujeto (y por ende, de analista) en Lacan es radicalmente diferente debido a la posición dialĆ©ctica que otorga la presencia del Otro, pero el Otro no es mĆ”s que un fantasma, un espejo en el que el sujeto (de lo inconsciente) se refleja y se constituye; el Otro en Lacan tiene la connotación de la cura en Freud, el Otro es lo que vuelve interpasivo al sujeto, es esa parte a la que se aferra la razón, un significante encarnado de significados. Esta caracterĆstica estĆ” presente en la concepción de Lacan sobre la dialĆ©ctica del deseo #Edipico y la diferenciación entre la imago paterna y la imago materna, ambos fantasmas del mismo #GranOtro, misma función que transferencialmente se pone en juego en anĆ”lisis (Lacan, J. 1997), entre el acercamiento y la separación, entre la unión con la madre y la separación por el padre; es justamente en este punto donde el Otro se vuelve otro-que-no-soy-yo u otro-que-soy-yo, es en esta función concreta en anĆ”lisis que Lacan propone como el ālugar del muerto o de la basuraā donde el Otro (analista) funge como amo (siguiendo la dialĆ©ctica amo-esclavo o dialĆ©ctica del deseo), mantiene en interpasividad al sujeto, lo aliena a su deseo, el deseo de oĆr el discurso del sujeto, el deseo de ser el Gran Otro, se ser analista (misma posición que es del orden del āserā, algo muy arcaico y por demĆ”s perverso). A final de cuentas ĀæQuĆ© es lo que hace el paciente/analizando cuando no recibe una respuesta de su analista? ĀæSera que exige como tal una respuesta a su deseo o serĆ” que es obligado a hablar para evitar aquel silencio que a final de cuentas es el vacĆo del deseo, la falta?
La postura freudiana apuesta por una actividad por parte del analista, siendo asĆ este Ćŗltimo alienado al deseo del paciente (por medio de la interpretación y demĆ”s). Por otro lado la postura lacaniana apuesta por una pasividad (casi mortĆfera) por parte del analista, dando oportunidad a la alienación de este por el deseo del paciente. Ninguna de las dos posturas considera algo importante, y es que el analista es otro sujeto de lo inconsciente, es otro fantasma en este pueblo abandonado llamado mundo.
Freud (1938) en su texto āla tarea prĆ”cticaā habla sobre la función del analista en tanto aliado del yo debilitado del paciente, como curandero de aquello que ha sucumbido ante la desfragmentación psĆquica. Es precisamente esa noción de interpasividad (por parte del analista) la que obliga a Freud a desestimar la clĆnica con psicóticos que contemporĆ”neos suyos (tales como #Jung) estaban llevando a cabo. El psicótico esta fuera de la realidad, su āyoā no solo estĆ” avasallado por la pulsión misma, este se ha vuelto instancia misma de toda pulsión inconsciente, su cuerpo se ha transformado en la libreta de un poeta maldito (Freud, S. 1923) ĀæCómo podrĆa alguien fuera de la simbolización, alguien fuera del lenguaje, brindar material para la actividad practica del analista (la interpretación)? ĀæCómo un pescador puede ser tal cual aquello sin realmente peces en el mar? El analista (desde Freud) no puede ser analista sin su actividad, sin interpretar contenido inconsciente. En Lacan los psicóticos se vuelven objetos de goce del analista, el analista (en su silencio sepulcral) obliga al psicótico a reelaborar el mundo en que vive, lo obliga a simbolizar, el analista lo fuerza a trabajar; en ambos casos el lugar del analista es el mismo solo que invertido en la dialĆ©ctica interactividad-interpasividad, el lugar del analista es el de aquel que trabaja (uno trabaja tal cual haciendo algo, el otro trabaja en tanto tiene que encontrar la forma en que el paciente trabaje), en ambos la angustia del analista es evidente (o se hace mucho o no se hace nada).

En su texto de 1916 titulado āresistencia y represiónā, Freud habla de las dificultades que le presenta el paciente al analista con respecto a la cura. El paciente harĆ” todo lo posible por no curarse, por seguir con su sĆntoma, es entonces tarea del analista el luchar (esforzarse, trabajar, producir estrategias, mantenerse activo). El sĆntoma (Freud, S. 1916) se crea como algo de soporte para el psiquismo del paciente, Freud nos dice que objetivamente es inservible, se repite sin cesar y causa malestar en el paciente. La tarea del analista es pues la cancelación de dichos sĆntomas para poder llegar al trauma original, llegar al origen de toda la patologĆa y asĆ poder ācurar al pacienteā. La cuestión es ĀæLa cura en verdad es posible? O incluso podrĆamos preguntar ĀæLa cura es deseable para el paciente? ĀæEs deseable para el analista? Estas cuestiones quedan abiertas para ulteriores debates teórico-prĆ”cticos dentro de la comunidad psicoanalĆtica.
Se sabe que el lugar del #analista estĆ” en el consultorio, en una silla delante/frente al divĆ”n en donde se posiciona el analizando. Se sabe que para el analizando el lugar del analista es el del āsujeto supuesto saberā, es decir, aquel que sabe mi secreto, aquel que ya sabe lo que en verdad deseo, pero, ĀæCuĆ”l es el lugar del analista para el analista?
El lugar del analista es precisamente aquel lugar no dicho, aquel lugar nebuloso en donde el analista se pierde, en donde no es ni sujeto ni objeto, en donde es āinconscienteā de su deseo, en donde no existe tal cosa como lugar o analista. Freud pone en manifiesto el lugar del analista como aquel que hace esfuerzos por curar al paciente, como acompaƱante en anĆ”lisis (un acompaƱante activo). Lacan coloca al analista en el lugar de muerto, de objeto de goce perverso de sĆ mismo, en una lĆnea de total naturaleza fantasmagórica. Pero ni el analista es activo ni es pasivo, no es sujeto ni objeto, no es objetivo ni subjetivo, no es analista ni analizado. ĀæQuĆ© es entonces el analista? Es un Otro que necesariamente (no) soy yo, es algo del orden de lo Real, es un fantasma que escucha y repercute en lo que yo digo en anĆ”lisis. Es precisamente esta naturaleza fantasmagórica el lugar del analista, mĆ”s aun, es el analista. Cuando uno llega solicitando anĆ”lisis y se recuesta por primera vez en el divĆ”n se darĆ” cuenta de esa sensación monstruosa, la verdadera sensación de estar solo, de hablar con el vacĆo que eres tĆŗ, de ver quien en realidad eres. El analista brinda interpretaciones, habla, se calla, llora en silencio, rĆe fuertemente, hace algo mientras no hace nada, se encuentra ahĆ pero tu no lo puedes ver, solo intuyes que estĆ” ahĆ pero el problema reside en que en realidad no estĆ” ahĆ, estĆ” en otra parte y a la vez responde a la demanda de amor que exiges a travĆ©s de tu anĆ”lisis. La figura del analista es como una representación delirante para un #psicótico, aparece en los momentos cruciales, te angustia y (no) repara en ti para despuĆ©s marcharse. El analista es un fantasma, hace mucho tiempo que murió (desde que se entra al consultorio), pero sigue ahĆ, no vivo ni muerto pero si presente, el fantasma que es el analista tambiĆ©n tiene su inconsciente, es un sujeto que no lo es, es un objeto que en realidad no lo es, el analista no es. La clĆnica psicoanalĆtica no se apuntala ni en dirección del sujeto ni del analista, se apuntala al inconsciente, a aquello que se comparte por ambas instancias orgĆ”nicas y psĆquicas que juegan con palabras en un espacio determinado llamado consultorio. Tanto la cura como la elaboración simbólica no existen, lo que existe es el inconsciente, mismo que no solo se manifiesta en anĆ”lisis sino que es el anĆ”lisis mismo. El analista es la nada que se fundamenta en el vacĆo que es el paciente, el anĆ”lisis es la representación de las mociones pulsionales de un inconsciente que grita y devora todo a su paso (incluyendo a analista y analizando). A final de cuentas, la pregunta no es ĀæCuĆ”l es el lugar del analista? Sino mĆ”s bien ĀæCuĆ”l es el no lugar del analista?

Psicólogo Gabriel ChÔvez
Atención Psicológica a Adolescentes y Adultos
Asociación Libre - Psicólogos en Guadalajara





