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Reflexión psicoanalítica sobre Guasón (2019): El silencio como acto de violencia.

El filósofo surcoreano Byung-Chul Han plantea la idea de que el escuchar al otro no es un acto pasivo sino un acto donde nos permite (con todo lo que eso significa) estar con el otro, ser un oyente es un acto activo:

La escucha puede bastar para sanar. El oyente no debe hablar, pues el hablar ya serían juicios y equivaldrían a un posicionamiento. Escuchar es un inhalar que no se anexiona al otro, sino que lo alberga y lo protege.

El Guasón (2019), dirigida por Todd Phillips quien incursiona en lo que se ha denominado el Dark DC Universe o Universo Oscuro de DC Comics nos narra de la desgarradora historia de Arthur Peck (Joaquín Phoenix) un hombre de entre 30 y 35 años quien trabaja en una agencia de payasos llamada Jaja (Bastante original ¿no?).

La sube el telón con Arthur maquillándose para salir de payaso utilizando un cartel de utilería para hacer propaganda de una tienda local del centro de Ciudad Gótica. A los pocos segundos unos adolescentes le roban el cartel, nuestro protagonista los persigue sin darse cuenta que la finalidad de estos chicos es llevarlo a un callejón y darle una brutal golpiza al ritmo del desgarrador soundtrack de Hildur Guðnadóttir que acompaña a lo largo de toda la película.

De ahí lo que se viene en adelante es la historia de un hombre que se va rompiendo pedazo a pedazo en un contexto en el cual no tiene cabida, no tiene espacio, un hombre con el sueño de ser comediante pero su madre le dice que no tiene lo necesario, pues él no es cómico. Haciendo un breve recorrido de la película, dejando claro que lo que se viene está cargado de spoilers, damos comienzo:

Arthur Peck, hombre de mediana edad quien vive con su madre en un nauseabundo departamento (La misma madre lo hace explicito), trabaja en Jaja; Agencia de payasos donde no se lleva del todo bien con sus compañeros debido a que lo ven como un tipo raro, un freak. Randall, un obeso colega que escucho lo que sucedió con lo del cartel le “da” a Arthur un arma con la finalidad que se defienda de los demás. Dubitativo, Arthur toma el arma y acude a dar un show al hospital, su público son niños y en medio de uno de sus actos como payaso se cae el arma causando incredulidad entre los miembros del staff del sanatorio y las miradas estupefactas de los niños; debido a esto es despedido de la agencia de payasos y Randall, mismo que en su momento se preocupó por Arthur, le dijo a su jefe que fue el mismo Arthur quien le pidió el arma. Arthur se siente abrumadoramente solo y va al metro de ciudad Gótica donde ve a tres individuos alcoholizados muy bien vestidos acosando a una mujer, al ver esto, muy probablemente por los nervios, Arthur comienza a reírse a lo que los abusadores le preguntan que es lo que le parece tan gracioso, ah si, Arthur sufre de risa involuntaria, no se rie cuando algo le produce gracia, sino en estados de alteración mental. Volviendo a la escena del metro, uno de ellos se acerca cantando la canción “Send me the clowns” en tono de burla, mientras que los otros dos de igual forma comienzan a acercarse, mofándose sin detenerse, la chica se va y Arthur queda solo en un vagón parpadeante por cortos en la energía.

Al igual que la primera escena, es golpeado en el suelo, solo que ahora Arthur, saca su arma y les dispara. Sin entrar a detalle, lo que sucede después de asesinarlos es que vemos como Arthur por vez primera, se siente importante, siente que su vida tiene sentido, celebrando con un baile lento frente al espejo, donde al parecer, por vez primera le gusta lo que se refleja.

Hay una escena muy particular que básicamente me motivo a escribir este artículo. Donde Arthur está en la oficina de una asistente social afroamericana quien una vez por semana lo ve con la finalidad de monitorearlo y dar control a su medicamento, ya que, como se nos muestra en las primeras escenas de la película, Arthur estaba anteriormente internado en el Asilo Arkham de Ciudad Gótica.

En esta escena que sigue del asesinato de tres hombres, los del metro, que trabajan para Thomas Wayne (Padre de Bruce Wayne, Batman, espero no estar diciendo algo que sea desconocido para la audiencia) donde Arthur llega muy emocionado con la trabajadora social y dice: - Al fin la gente me esta empezando a notar-, acto que es ignorado. Cuando esto sucede el protagonista de esta historia arremete diciendo que realmente nunca se siente escuchado, que ir ahí es solo un acto protocolario. Vuelve a ser ignorado y la mujer le comenta que las oficinas se cerraran y que en esta ciudad no importa gente como ella o Arthur.

De ahí, viene la reflexión de ¿cómo es posible que en el mundo surja un hombre como el Guasón?, al seguir viendo la película podemos ver como otras figuras como su madre, el mismo Thomas Wayne, Murray Franklin (Interpretado por Robert De Niro) entre otros que nunca escuchan a Arthur. Esos mismos otros que nunca le permiten sentirse entendido y empatizado (Excepto Gary, un enano que el simbolismo me parece muy agudo, ya que “no alcanza” a ser suficiente para abrir la puerta, es decir el corazón de Arthur). La película desde ese momento es un descenso a la locura, una locura que en un inicio desgarra al verla para luego emocionarnos con el ascenso del Guasón.

Winnicott, psicoanalista ingles postula la idea que estar psicótico, es no sentirse sostenido por su entorno, esto quiere decir que no es que alguien solo tenga la predisposición a la Locura o tener una madre psicótica como en el caso de Arthur, sino que no haya quien nos permita sentirnos escuchados. Esto es lo esencial, Arthur es visto, más nunca es escuchado, nadie quiere ponerse en los zapatos del que esta realmente sufriendo, es más fácil burlarnos o alejarnos del desconocido que sufre.

Regresemos con nuestro filosofo inicial, Byung-Chul Han que dice Escuchar es un inhalar que no se anexiona al otro, sino que lo alberga y lo protege, el poder estar presente con la persona que sufre sin etiquetas como Loco o Payaso, hace que se sienta protegido, que sienta que sus palabras son parte esencial del mundo donde vive.

El Guasón nos muestra una como vivimos en la actualidad: estando en presencia del otro, más no obstante nunca escuchando su dolor y sufrimiento, más adelante Arthur devenido en Guasón le hace una serie de preguntas a Murray, su antiguo héroe y anhelo paterno a quien ahora puede enfrentar literalmente ante el mundo ¿A quién le importa un tipo como yo?

Es clave esto, ya que, aunque en nuestro mundo no hay Guasones (hasta ahora) pero existen miles de Arthur Peck, todos hemos vivido la experiencia de no ser escuchados por alguien, es doloroso y en general da la sensación de sentirnos solos. El únicamente tener experiencias en las cuales estamos para acatar lo que dicen los demás, nos vuelve lentamente en algo que no somos nosotros mismos, el mismo Winnicott pensaba que quien viviera de forma falsa únicamente se sentía sumiso e imitando a los demás. El Guasón adviene como un modo de supervivencia de Arthur Peck, cuando nuestra persona es rechazada de forma crónica no queda de otra más que volvernos uno más del sistema, más, no obstante, puede advenir un alter ego que funcione para salvar a un hombre que hay que recordar que pensó en suicidarse, en este sentido El Guasón fue un recurso de la personalidad de Peck.

Arthur Peck representa el hombre alienado de hoy, que solo trabaja para llegar a su casa y ver televisión (o ya más actual el celular). Esto no me parece que sea solo culpara de los Arthur Peck que hay en el mundo, sino de una sociedad que menosprecia y agrede al prójimo que distinto, este mismo es expulsado, anulado de nuestras palabras.

¿Que nos muestra el Guasón?

El estar con el otro no es un acto pasivo, es activo, creativo y puede hacer que en un mundo lleno de problemas como el de hoy personas que viven en la soledad, puedan comunicarse con los demás, así sosteniéndonos mutuamente como humanos. Esto claro que suena muy fácil, más no lo es. El escuchar al otro sin juicios o condenas (consejos), nos hace sentir que estamos en presencia de alguien quien realmente nos interesa.


Bibliografía:

-Han, B. (2016) La expulsión de lo distinto, Barcelona, España: Herder


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