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Artículos sobre Ayuda Psicológica

Actualizado: 7 mar 2023


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En algunas ocasiones las personas se pueden ver envueltas en situaciones que les generen angustia; estos momentos pueden llevar a que se cuestione mucho acerca de la situación, el entorno y de sí mismo. Si bien es cierto que estas experiencias son parte de la vida, suele suceder que cuando la persona se siente sobrepasada por estas experiencias termine generándole un malestar.


Seguramente la persona habrá hecho todo lo posible para no pensar en esta situación, algunos optan por comenzar a hacer actividades como poner una película, leer un libro, salir de compras o buscar distracción con otras personas. Sin embargo, a pesar de tener estos momentos de fuga, puede que esta idea no salga de su cabeza, al no irse y aparecer día con día, podemos preguntarnos ¿Por qué pienso cosas que no quiero pensar?


Para lograr entender este fenómeno, es importante determinar ¿Qué entendemos por un pensamiento desagradable? Estas ideas pueden comprenderse de distintas maneras; una de ellas, pudiera ser una experiencia por la que se haya atravesado y resultó difícil de asimilar para la persona, sin embargo, no todo el tiempo aparece y en muchas ocasiones se puede percatar que ocurren a raíz de tener contacto con algo que nos haga referencia a ese suceso.


Por otro lado, existen otro tipo de pensamientos que aparecen sin motivo aparente. A estas ideas las llamaremos pensamientos intrusivos; Este tipo de pensamientos aparecen de forma involuntaria y no somos conscientes de qué forma se desarrollaron; sin embargo, cuando aparecen pueden causarnos daño emocional y es cuando se vuelve una problemática importante. Aunque los motivos tendrán que ver con la persona y sus experiencias de vida, hay cuatro condiciones frecuentes en la salud mental que pudieran originarlos:


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· Ansiedad: La ansiedad, es una preocupación excesiva, aparecen pensamientos repetitivos y puede llegar a causar malestar físico como agitación, mareo, dolor de estómago, sudoración y sensación de intranquilidad. Un ejemplo es: “me quedé dormido, llegaré tarde al trabajo y me quedaré sin empleo y nunca más me volverán a contratar”, aunque la situación es cotidiana, si evaluamos el nivel de pensamiento nos daremos cuenta que una preocupación pequeña, se volvió algo grande y no nos permite pensar con claridad sobre lo que ocurre.


· Depresión: Cuando el trasfondo hay pensamientos de desesperanza sobre sí mismo y el entorno, hablamos de ideas depresivas. Pudieran iniciar con pensamientos devaluadores como: “no sirvo para nada”, “nunca me va bien”, “soy un fracaso”, cuando estos pensamientos se vuelven más severos, es cuando la desesperanza aparece como, por ejemplo: “ya no se para qué vivo”, “la vida sería más fácil sin mí”, a estos pensamientos los llamaremos ideas de muerte y pueden ser el inicio de una ideación suicida.


· Psicosis: La psicosis, es una pérdida del contacto con la realidad. Esta condición afecta a la persona debido a que puede ver, escuchar, sentir o pensar cosas que otras personas no. Estos pensamientos intervienen con la vida cotidiana debido a que causan temor y sufrimiento en la persona que lo experimenta, por ejemplo: “siento que no estoy viviendo en esta realidad”, “hay personas dentro de mi cabeza”.


· Obsesión: Los pensamientos obsesivos suelen tener esta connotación negativa presente, son ideas que se repiten con tanta frecuencia que no permiten a la persona experimentar su entorno con tranquilidad, por ejemplo: “si no me lavo las manos, todos enfermaran y morirán”.


Sin duda podemos tener actividades que nos permitan disminuir la angustia que experimentamos, así encontrar información y educar acerca de la salud facilita a la persona la búsqueda de un servicio de acuerdo a sus necesidades. Para estas situaciones es recomendable atender una valoración psicológica para determinar lo que sucede con la persona y la atención que necesita, algunas veces se puede recurrir al apoyo de un psiquiatra para disminuir los síntomas momentáneamente en lo que se trabaja estas ideas en una psicoterapia. Recordemos que tener un acercamiento con un especialista es construir una narrativa diferente de lo que sucede con la persona, comprender y accionar para mejorar la calidad de vida.



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Lic. Cynthia González.

Psicóloga clínica

Asociación Libre Monterrey

 
 
 
  • 30 jun 2022
  • 3 Min. de lectura

“La vida familiar puede ser peligrosa: el amor y la violencia son compañeros de cama comunes.”


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En los últimos dos años, el índice de violencia familiar pareciera ha sido mayormente visibilizado debido al confinamiento por COVID-19. A lo largo de ese periodo, se ha reportado un incremento de la violencia hacia mujeres e infantes en los hogares. De acuerdo al IIEG (Instituto de información estadística y geográfica de Jalisco) tan solo en el mes de enero se abrieron carpetas de investigación para la ciudad de México, seguido por el estado de México y Nuevo León, posicionándolas como los estados de mayor incidencia de violencia familiar en este mes.


Es importante mencionar que, aunque las estadísticas reflejan incidencia de violencia familiar, se desconoce el número de casos que se suman por vivir silenciosamente abuso y negligencia emocional y física. Ante esto, es importante mencionar que de acuerdo a Ansen y Fonagy “La mayor parte del abuso intrafamiliar actual, ya sea emocional, sexual o físico, o una combinación de los tres, algunas veces no es el resultado de que los padres deseen dañar o lastimar deliberadamente a su hijo”. Esto mismo debido a que como hemos obtenido información de los medios de comunicación, la violencia familiar es un término bastante amplio y que en muchas ocasiones se ve reflejada en direcciones que parecen no estar relacionadas, entre ellas abuso y violencia en parejas, abuso infantil por parte de los padres, niños y adolescentes que actúan violentamente hacia los padres, hermanos y tutores.


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La relación entre los miembros de la familia donde se visualiza violencia, se observa un trasfondo relacionado con factores biológicos, ambientales, económicos y sociales. En un artículo de Ansen y Fonagy en el 2017 mencionan que: “hay un conjunto de pruebas acumuladas indica que el maltrato infantil puede tener un impacto negativo en varios aspectos de las competencias sociocognitivas”, además, que “los niños que crecen con estas experiencias son más propensos a tolerar la violencia que se les inflige más adelante en sus vidas, y también es más probable que vean la violencia como un medio "normal" para afirmar el

poder”.


Como lo mencionamos anteriormente, conocer el impacto de la violencia familiar en los niños y adolescentes, además del trabajo con las familias, ayuda a mitigarlo. Para ello agregaremos cinco puntos que caracterizan las interacciones en las familias con violencia.


1) Suelen ser familias hipervigilantes, es decir, los miembros de la familia están muy al pendiente de las acciones, palabras, tonos y movimientos de los otros miembros familiares; esto con el fin de buscar signos de desregulación emocional que indiquen el inicio de acciones violentas.


2) Aparecen niveles importantes de ansiedad por el temor al abandono real o imaginario de alguno de los miembros de la familia.


3) Suelen ser miembros “muy selectivos” respecto a su intimidad, intereses e información acerca de ellos.


4) En la mayoría, aparece una dificultad para mostrar una proximidad con los otros, o tener confianza. Por lo que suelen separarse o aislarse en muchos de sus entornos.


5) Las relaciones que suelen entablar, parecieran ser volátiles. En algunas ocasiones los miembros de la familia, suelen tener relaciones de amistad- pareja violentas.



Aunque conocer algunos indicadores de violencia en una familia, esto suele ser difícil de percibir para los miembros; en especial para los padres que han experimentado violencia en alguna otra etapa de su vida, debido a que la mente de los padres con estos antecedentes suele tener un cierre temporalmente como indicios de trauma, que le resulte complicado ver al niño desde una perspectiva diferente a la suya.


Finalmente, muchos de los conocimientos y pensamientos que vamos construyendo desde la infancia, se ve reflejado en las creencias o valores. Y aunque, cada familia tiene expresiones grupales e individuales; no escrito en piedra y pueden reflexionarse, replicarse, corregir o descartarse con apoyo de un tratamiento psicoterapéutico.




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Lic. Cynthia González

Psicóloga clínica









Referencias


Asen, E. and Fonagy, P. (2017), Mentalizing Family Violence Part 1: Conceptual Framework. Fam. Proc., 56: 6-21. doi:10.1111/famp.12261


https://iieg.gob.mx/ns/wp-content/uploads/2021/02/reporte_mensual_violencia_enero_2021.html

 
 
 

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Cuando la familia tiene un integrante con alguna enfermedad mental las interrogantes se hacen presentes acerca del origen, funcionamiento, tratamiento y desarrollo de la misma. Con frecuencia, cuando hay una emergencia relacionada con un trastorno mental los integrantes de la familia pueden movilizarse ante esta situación, que si bien, puede ser observada desde distintos ángulos se desencadenan algunas crisis acerca de la persona misma y del grupo que la conforma.



Por lo general, las dificultades de integrar esta noticia y la información que la acompaña, se desplazan dentro de los conceptos de salud y enfermedad que se tienen con anterioridad; y que, a su vez, siguen los lineamientos de las conductas "normales" o esperadas socialmente. A menudo, el criterio de "sanos" está desarrollado en base a las conductas consideradas normales, la adaptación de las mismas reglas y los estigmas que se han generado a lo largo del tiempo respecto a los trastornos mentales. Desde este punto de vista, sabemos que en la antigüedad se consideraba que la "locura" era provocada por causas naturales, entre otras cuestiones; Posteriormente mediante investigación y teorización de la misma se afirmó el impacto cultural y social en la salud mental. A pesar de esto, el concepto de normalidad ha sido un fuerte determinante en cómo y cuándo asistir a un profesional, debido a que se ve envuelto en tabús, experiencias negativas e incluso un temor al rechazo social.


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Actualmente, se reconoce que la combinación de los fenómenos congénitos y hereditarios, a la par de las experiencias infantiles a nivel familiar y social determinan una serie de disposiciones a padecer algún trastorno mental. Sin embargo, el conflicto central no reside en el origen de la enfermedad, sino como son catalogados y esto mismo afecta la definición y el aislamiento que experimenta la persona que padece un trastorno mental un incluso sin conocer si la familia es el causante del mismo.


Acercarse con un psicólogo es complicado. Pedir ayuda, muchísimo más. Sin embargo, tomar la decisión de acercarse a un espacio terapéutico es un acto de compromiso con uno mismo. El grupo familiar, ante la noticia pudiera reaccionar de manera escindida entre los integrantes sanos y enfermos y generar preguntas en torno a la familia y sus propios conflictos.


No obstante, el trabajo con la familia es un proceso de suma importancia en la empatía, integración, adaptación y apoyo hacia la persona que atraviesa la enfermedad mental. Que, si bien es un trabajo difícil, puede resultar enriquecedor para cada uno de los integrantes, que, a su vez, repercute en el grupo. Este trabajo consistirá en acompañar a la familia en la experiencia que rodea la enfermedad o trastorno y el concepto de salud que han tenido alrededor de la misma, además de brindar psicoeducación acerca del trastorno para despejar dudas o estigmas alrededor de él y de esta forma calmar la ansiedad, eliminar imágenes o ideas predispuestas respecto a la salud mental.


Sin duda, el estar acompañado por un profesional que al igual que nosotros busca el bienestar emocional que nos permita avanzar y conseguir lo que se desea marca una diferencia, porque habremos permitido darle espacio a nuestra palabra, nuestros deseos, nuestros temores, permitirá conocernos y reconocernos. En conclusión, el impacto que tiene en la familia y en sujeto que padece el trastorno posibilitaran un mejor trabajo y un mejor pronóstico de tratamiento además de generar un sistema de confianza donde el paciente se sentirá apoyado, entendido y acompañado en su afección.



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Lic. Cynthia González.

Psicóloga clínica


 
 
 
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