Es cierto que en un primero momento la formulación de preguntas que impliquen al sujeto como un agente activo de su entorno no aparece con claridad como demanda de un proceso terapéutico. Lo que encontramos en las primeras sesiones son relatos que tratan de explicar lo que la acontece a esa persona en la actualidad, las primeras sesiones se muestran catárticas y las culpas son repartidas en los otros que rodean el entorno del sujeto.
Encontramos en la mayoría de las personas que deciden iniciar psicoterapia un malestar asociado a sus sintomatología, ésta sintomatología interfiere de alguna manera en proceso adaptativos que vivencia el ser humano que participa en sociedad.
La persona que llega al consultorio es un sujeto que principalmente sufre por sus síntomas y no da cuenta sobre el origen de los mismos, es un sujeto que al no comprender la razón de su padecimiento comienza a formularse preguntas acerca de su malestar, ¿cómo este malestar influye en su tránsito por la vida cotidiana, relaciones familiares, apreciación del entorno y auto concepto?
Aquel que llega por primera vez a un consultorio de atención psicológica, se pregunta cuál será el camino para tratar de desanudar la problemática y malestar que vivencia. ¿Cómo poder resolver su condición sintomática?
El camino para el tratamiento es hablar de su padecimiento, hablar de sí mismo, hablar de lo que aqueja, lo que duele, lo que preocupa, lo que gusta, lo que incomoda. La única regla del espacio analítico “hable de lo que quiera” “diga todo aquello que le venga a la cabeza”.
Sin embargo es difícil para la persona que asiste por primera vez hablar de aquellos afectos, circunstancias, percepciones que quizá nunca se ha permitido decirlas en voz alta. El terapeuta se muestra primero; como un depositario del malestar y en un segundo momento ya avanzado el proceso terapéutico, como aquel que devuelve la responsabilidad de la condición sintomática de aquel de porta el discurso.
La labor del sujeto es poner en juego su propia palabra, analizarla y desfragmentarla y lo que ella conlleva de afectos ocultos en frases y pensamientos, la labor del terapeuta es escuchar y devolver su discurso, interpretar en un movimiento de ida y vuelta en donde la palabra del sujeto rebota en el terapeuta.
Durante la primera sesión se espera que el terapeuta reciba, se espera que el analizante desfragmente su discurso como pueda, se espera que uno sea depositario y el otro depositante de afectos, miedos, historias, memorias…. deseos.
Se espera que se inicie el establecimiento de un vínculo que pondrá las condiciones para la vivencia de la experiencia del análisis. Ese escenario, ese espacio donde cohabitan dos personas en una misma experiencia.
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