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Artículos sobre Ayuda Psicológica

  • 14 nov 2019
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 8 mar 2020


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Uno de los motivos de consulta más frecuentes en psicoterapia está relacionado a conflictos familiares. Muchas veces conflictos que difícilmente se les cuentan a los amigos o a otros familiares. Personas que buscan un espacio para poder hablar de su familia y su historia.


Y no, no solamente sucede con pacientes adolescentes, si no que sucede frecuentemente con pacientes adultos. Muchas veces este tipo de conflictos emergen de la penumbra cuando la persona está atravesando por una situación similar o de quiebre en donde recuerda que con su familia difícilmente puede contar. Por ejemplo, el pasar por una situación estresante, perder el empleo, la toma de decisiones importantes, e incluso la maternidad o paternidad y todo lo involucrado en ésto.


Hay quienes recuerdan hechos y escenas familiares cargadas de sentimientos complejos o que no les quedaron del todo claros pero dejaron una sensación de ira, tristeza o desolación. Hay quienes tienen recuerdos más cercanos al presente pero de su infancia poco recuerdan y desconocen en qué momento el conflicto fue creciendo cada vez más hasta toparse con el motivo de consulta que los lleva ahora a psicoterapia.


Hablar profundamente de nuestra familia y su dinámica no es nada sencillo: implica hablar de los temas tabús y los secretos que pueden llegar a tener. Podemos repetir de manera constante que no hay familias perfectas pero en contadas ocasiones nos atrevemos a hablar y explorar sobre sus imperfecciones. Incluso, podemos sentirnos mal con el lugar que ocupamos dentro de la familia, por ejemplo, ser el mayor o el más pequeño, quien tiene el rol de cuidador de sus padres, el que se siente ajeno a su familia, etc.

Muchas veces podemos observar que el rol que desempeñamos en casa se relaciona fuertemente con el rol que desempeñamos en otros grupos como por ejemplo el trabajo, amigos o pareja.


¿Qué podemos encontrar en psicoterapia al hablar de nuestra familia? Una forma de poder conocer el entorno en el que hemos crecido y las costumbres que hemos heredado consciente e inconscientemente. Como mencionamos anteriormente, gran parte de la forma en la que nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás tiene sus raíces en quienes nos vieron crecer y la forma en la que estos vínculos se fueron entretejiendo. Buscar en ese armado es encontrar piezas de nosotros mismos y nuestra historia.


De igual forma, podemos encontrar motivos de dolor en conflictos que ahora tenemos con nuestros padres y que muchas veces no tienen un nombre en específico. No es casualidad el decir "con mi mamá me siento más cómoda" o "quién sabe por qué mi papá es tan frío conmigo". Algo que les decimos a nuestros pacientes es que no se trata de ir necesariamente a hablar con tus padres, algunos ya no tienen forma de tener el derecho de réplica, pero lo que sí puede suceder es elaborar ese recuerdo y esa sensación que quedó dentro de nosotros. No hablamos del perdón o del olvido, más bien de una resignificación.


Hablar de nuestras familias en psicoterapia implica el tener conscientes formas distintas de relacionarme conmigo y con los demás: elegir relaciones más saludables para mí, descubrir formas distintas de convivencia con los demás y un largo etcétera.


Si tú te identificas con este tipo de problemáticas te recomendamos el iniciar un proceso en el que puedas explorar aquello que pudiera estar relacionado con tu malestar actual.




 
 
 

Actualizado: 8 mar 2020


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En algunas familias en situación de crisis (por ejemplo: separaciones, problemas económicos, enfermedades, muertes, etc.) La dinámica familiar se va acomodando, a veces a como van pudiendo, en dinámicas complejas en donde uno de los miembros de la familia va sosteniendo gran parte de lo que sucede en torno a cada uno de los integrantes.


Nos referimos a aquellos miembros de la familia que se encargan de los cuidados médicos del paciente enfermo, o quien cubre todos los gastos ante una crisis familiar económica, o aquel que quien busca resolver los problemas de todos escuchando y tomando decisiones.


Este acomodo en la dinámica sucede ante variables previamente establecidas y otras que surgen durante la situación actual. Por ejemplo no es extraño escuchar en la consulta que aquellos familiares que sostienen ahora ante una crisis sean quienes regularmente han ido sosteniendo en otros infortunios. Personas regularmente con un poco más de herramientas o recursos emocionales que poco a poco se van haciendo cargo. Muchas veces comentamos que "alguien tenía que hacerlo" ya que de otra forma, la familia probablemente se hubiera desmoronado, el problema aquí es cuando esta persona que sostiene dura mucho tiempo soportando las inclemencias de la crisis y no tiene posibilidad de ser relevado de esta función.


Lo complicado de todo esto es que, a la larga, la situación emocional y física del pilar que sostiene va decayendo. Los podemos ver en consultas que se involucran en deudas o que llegan a hacer “sacrificios” en sus gastos para lograr sustentar otros, por ejemplo, en casos donde tienen su familia con hijos, esposo(a) llega a haber problemas de pareja por esta misma situación de desgaste.

En otros casos los vemos con tensión constante en su cuerpo, pocas horas de sueño o que incluso han llegado a enfermarse a raíz de sostener a la familia. Es regular que nos lleguen pacientes referidos por médicos donde en su consulta vieron que la causa del malestar de la persona es emocional o que su enfermedad es física pero que no ha posibilidad de cura si no está ligado su tratamiento médico con uno psicológico o emocional.


Regularmente cuando escuchamos en a consulta a las personas que cumplen la función de sostén o pilar familiar, éstas temen el "soltar" el rol ya que les preocupa que luego nadie más lo haga, y así la familia se termine de caer sin ellos. A veces sucede que si hay un riesgo real de esto y buscamos que la persona pueda tener sus momentos para poder "recargar" y que no se desgaste tanto, sin embargo en muchos otros casos sucede que se les dificulta hablar y pedir ayuda a alguien más dentro de la misma familia. Como una condena que se vive a solas.


Siempre recomendamos que las personas no esperen a tener alguno de estos síntomas o que algo empeore ya que pudieran llegar a puntos más desgastados anímicamente y que pueden llevar un tiempo prolongado de exposición a situaciones estresantes u otro tipo de impacto en otras áreas de su vida. Lo mejor es iniciar en el momento en el que sientas que estás dejando de lado tus actividades, o que se ha ido haciendo más complicado para ti tener tiempo de tranquilidad con tus seres queridos. Bien sabemos que para que una familia pueda irse acomodando a situaciones de crisis es que el pilar no descanse sólo en uno de los miembros si no que, con ayuda de todos, puedan sostenerse y salir adelante. Que los pilares tengan diferentes nombres, aunque unos aporten más y otros menos, pero que cada uno ponga su “granito de arena” para que no sea tan pesada la situación, de por sí, complicada.


 
 
 

Actualizado: 8 mar 2020

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Existen muchos temas alrededor del desarrollo de un bebé recién nacido y los cambios que se originan en la madre. Desde modificaciones en el cuerpo, a nivel hormonal, cognitivo, etc. Pero poco se habla de los acomodos emocionales y psíquicos de estos dos seres que llevan poco tiempo de conocerse.


Hablar de la dupla madre-bebé y sus acomodos es desglosar los ritmos y formas de irse conociendo estos dos (y tres) extraños y tener distintos encuentros. Y si, digo tres, porque el padre también está dentro de esto, incluso, el padre permite que un encuentro mayor consolidado se pueda dar, pero ese sería otro tema más extenso del cual hablaremos después en otro artículo.


Además, siendo sinceros, en lo cotidiano poco se habla de los acomodos complejos de la maternidad. De manera regular en la cultura mexicana la llegada de un bebé está cargada de imágenes tiernas y de ensueño con personajes como una madre sonriente y tranquila y un bebé en silencio siendo amamantado, o de esta dupla sonriendo y jugando en una casa perfectamente decorada y en orden, donde poco espacio hay para esas escenas donde justo estos mismos personajes no se encuentran del todo contentos y tranquilos. Nos topamos con madres muchas veces sobrecargadas de información que encuentran en diferentes lugares como internet, experiencia de amigas, de su mamá, del doctor, etc. Son madres rebasadas por experiencias ajenas que poco se detienen a mirar su propia experiencia y a hacerle caso a su instinto.


Y desde el otro lado, bebés sometidos a una competencia con otros bebés o con recién llegados con habilidades extraterrestres como el aprender a caminar, sentarse o leer más rápido y poder llegar a ser niños “genio” cuando justo el desarrollo lleva pausas y poca prisa. El panorama desafortunado muchas veces es así, por eso la importancia de poder detenernos a preguntarnos y reflexionar sobre la subjetividad en el conocerse uno al otro madre y bebé.


Al inicio son dos extraños o algo más o menos así. Dos extraños que se acaban de conocer, incluso aunque los padres tengan más hijos, es una realidad que la experiencia con cada uno de ellos cambia: ni es el mismo niño, ni son los mismos padres, el momento histórico del nacimiento es diferente y el contexto también.


Durante el embarazo una madre deseante de un hijo va dándole al bebé actitudes y comportamientos sin antes haberle visto el rostro. Por ejemplo, si el bebé es muy inquieto dentro del vientre la madre le puede colocar conductas como bailar, nadar, patear, e incluso hasta posibles profesiones como ser futbolista. Los padres le hablan al bebé, aunque saben que no podrá responderles de la misma forma, piensan en un nombre, un animalito que lo pudiera representar, le dotan de apodos cargados de afecto y le decoran un espacio al que pueda llegar. Todos estos son pasos en este camino. Incluso también, si reflexionamos todavía más, esto pudo iniciar desde antes, donde sin que haya un bebé en el vientre, los padres lo van construyendo en su pensamiento y deseo.


El impacto al nacer implica materializar a “ese” que se ha estado pensando. Verle por fin su cara, su cuerpo. Saber que está bien y que podrá respondernos de alguna forma.

Diferentes textos psicoanalíticos hablan sobre lo importante de la sonrisa de un hijo a sus padres ya que, por medio de ésta, permite que algo que se movilice: el que éste les responda para que no les sea tan ajeno, como si entre líneas se dijera “si, estamos juntos en este diálogo”. Si este hijo les responde a ellos con una sonrisa cuando llegan a casa da una sensación de ¡Claro, este hijo es mío y me responde a mí!”.


De manera similar los padres van encontrándose en la forma de dormir, en la traducción del llanto, en los “modos” de este bebé y lo que se va dibujando en su temperamento. Aquello que los sorprende o que muchas veces no logran entender. La angustia de los padres primerizos de que el bebé todavía no pueda hablar pero que llora, sufre, le duele y no se sabe exactamente por qué, que ellos lo tienen que averiguar.

Y al averiguarlo hay desaciertos. Los padres se enfrentan a su cansancio por no dormir del todo bien, se topan con enfermedades de ellos o del bebé que no saben cómo tratarlas, etc. Algunos padres se apoyan en sus mismos progenitores o adultos de confianza con los cuales puedan rebotar ideas o hasta hablar de su angustia, en redes de apoyo saludables encuentran un bálsamo que los sostiene, en casos más desafortunados encuentran más angustia. Todo esto a lo que se enfrentan los padres muchas veces se vive en silencio o con pocas personas alrededor porque, como mencionaba anteriormente, hay pocos espacios para hablar de lo angustiante o muchas veces terrorífico de ser padres.


Y hablando un poco sobre el papel del padre en estos acomodos pienso que justo el acompañar y sostener desde los cambios corporales de la madre, hasta el involucrarse en el cuidado de su hijo. Algo que mencionan muchos padres es que “si de por sí es sumamente pesado cuidar de un bebé, sólo es mucho más difícil. Entre dos es más ligero y te vas acomodando”. Y claro que hay mucha razón en esto. Tanto para la madre, pero también pienso en el bebé que puede ser cargado por unos brazos distintos y contenidos por otra voz y formas que también lo nutren en su psiquismo. Como si le padre proporcionará una pausa diferente. Si lo pensamos como una melodía, pudieran ser esos cortes que se pueden escuchar donde el ritmo cambia y nutre haciendo más variada una composición. Pienso que un padre involucrado y comprometido brinda sostén a esta dupla que se va armando junto con él.


Por esto la importancia de formar redes de apoyo en torno a la madre (primeriza o no) durante su embarazo y después de éste. Ya que, como mencionamos anteriormente, cada embarazo es distinto y se vive diferente. Una red que pueda escucharla y acompañarla en estos acomodos. Lugares donde, más allá de recibir siempre consejos, pueda rebotar sus propias ideas para reflexionar y pulir su instinto como mamá. A fin de cuentas, será éste el que la guiará en la crianza de su bebé.

 
 
 
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