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Artículos sobre Ayuda Psicológica


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Me ha sido frecuente escuchar, sobre todo de pacientes de mediana edad, las palabras: "ubicas este meme de ..." para dar contexto a una sensación o situación que desean describir en su sesión de #psicoterapia. Es curioso como el conjunto gráfico de una imagen con texto tiene la capacidad de transmitir de forma universal, cambiando, evolucionando y difundiendo mensajes de forma rápida y eficaz. De esta manera los memes además de representar una de las formas de expresión más utilizadas actualmente, nos permiten tener #visiones internas acerca de situaciones que todos hemos experimentado en nuestra #cotidianeidad, pero de las que no solemos detenernos a hablar con alguien más.

Para que la comunicación pueda ocurrir es necesario que se presenten ciertos elementos, uno de ellos son los códigos compartidos. Estos códigos nacen de la cultura en la que una persona está inmersa, en el que intervienen creencias, valores, significados, ideas, y experiencias. Los memes tienen la capacidad de absorber y conducir estos códigos culturales de forma visual estando en permanente relación con el mundo de lo simbólico. Es en un proceso de #psicoterapia que ponemos estos códigos a la escucha y al análisis, y es en ese diálogo donde el meme puede surgir para conectar con aquello que en ocasiones aún no se logra poner en palabras.


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Para algunas personas resulta abrumador hablar abiertamente acerca de sus #estados emocionales, pero hay una característica en los memes que puede hacer que hablar sobre temas complicados resulte más accesible: el humor. Si una persona de mediana edad está pasando el tiempo en alguna red social y se encuentra con una imagen de un gatito pequeño o de un personaje de los Simpsons acompañado de un texto que aborda un problema de #salud mental, es más sencillo para este joven sentirse identificado y pensar <ah sí, así me siento yo o eso me pasa a mí>. Ese meme puede ser un contacto de realidad para entender que lo que a mí me pasa, les ocurre a otros, que hay otras personas que entienden como me siento. Es el humor una forma natural de conectar con los demás y en ocasiones puede mitigar la aprehensión de hablar temas que resultan difíciles de tratar.

Es la facilidad que tiene un meme para representar el mundo interno, la característica más llamativa. Esta forma de expresión dentro de un proceso de #psicoterapia puede ser empleada como apoyo para ilustrar procesos internos, darles diferentes miradas a las vivencias y como a partir de ellos es que podemos pensar en nuevas posibilidades de actuar, de entender a otros y a nuestro comportamiento.

En los últimos años los memes han llegado a ocupar un espacio realmente grande en el discurso público, con trascendencia social y crítica irónica que retan nuestra necesidad de diálogo. Han dejado de ser sólo un gráfico de lo imaginario para llegar a concientizar y generar cambios. Los memes interpretan entre otras cosas, un papel catártico actual para los jóvenes.



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Psic. Estefany Hernández Rivera

Psicóloga de niños, adolescentes y adultos

Asociación Libre - Psicólogos en Guadalajara


 
 
 

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Los espacios familiares son de suma importancia.

¿Cómo tomar distancia? ¿Cómo sostener la realidad #familiar cuando se encuentra en constante presencia? ¿Cómo seguir la cuarentena? Dudas que se presentan de forma emergente en muchas personas durante los recientes eventos que nos han obligado a mantenernos en casa el mayor tiempo posible.

Si bien es cierto que la interacción familiar (entendamos “familiar” no como lo consanguíneo, sino como lo cercano, como lo más íntimo que se puede expresar con compañeros de casa, pareja, amigos, familiares, etc.) es importante para cualquier persona, también habrá que admitir que puede llegar a volverse difícil sostener dicha interacción, pero ¿Por qué? habrá que entender esta “realidad familiar” como lo entendía Freud, una dupla que consta de un objeto (utilizare el nombre menos conceptual de figura, en el cual cualquier persona puede embonar con un rol especifico como el de pareja, amigo, padre, madre, etc.) y de un afecto (aquí lo llamare sentimiento o emoción, que es lo que sentimos por la figura en específico). Esta realidad familiar se ve permeada por una suerte de energía psíquica que determinara la relación entre figura y emoción. En Freud esta energía se conceptualiza como pulsión, pero ¿Cómo verlo en nuestra vida cotidiana? Propongo verlo en términos espaciales, en términos de distancia.

La distancia la entenderemos en dos sentidos; en un sentido físico y en un sentido psíquico. Es pues la distancia física ese espacio que podríamos denominar como “nuestro”, ajeno a toda “intrusión” externa de terceros. Es ese lugar (tiempo y espacio) para nosotros en donde podemos estar a solas y darnos nuestro tiempo para poder volver posteriormente a esta “realidad familiar”. La distancia psíquica puede ser entendida como ese momento de “paz mental” en donde evitamos preocuparnos/estresarnos por situaciones cotidianas, propias de la “realidad familiar”. Son estos dos rasgos los que posibilitan un óptimo equilibrio mental. A propósito de la distancia, hay un ejemplo conocido del propio Freud, el famoso Fort Da, en donde un pequeño familiar de Freud jugaba a arrojar un juguete y regresarlo con un pequeño cordón atado, en donde se jugaba el vaivén simbólico de la ausencia-presencia. Es pues esta distancia el equivalente maduro (neurótico, dirían algunos) de esta reminiscencia infantil, este juego de “estira y afloja” que permite que la realidad familiar pueda ser sostenida por la persona.

¿Qué sucede cuando una situación cotidiana nos sobrepasa y nos sentimos estresados o angustiados? Tomamos distancia de esta situación, ya sea realizando una actividad recreativa o pensando en cualquier otra cosa que no nos cause estas reacciones aversivas. Una vez que nos sentimos equilibrados o recargados (este uso de una palabra energética, no es gratuito) podemos volver a la realidad que nos es familiar, volver a la cotidianidad.


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Pasatiempos o actividades extras en individual son necesarias

En la actualidad, es el #trabajo, el estudio, las actividades recreativas lo que ayuda a que una persona pueda tomar distancia de su realidad familiar, a tomar distancia de sus lazos afectivos, pero ¿Qué sucede cuando se anulan estos desfases de distancia? ¿Qué pasa cuando no puedes tomas distancia de esta forma? Es pues este el escenario contemporáneo de una pandemia mundial y medidas sanitarias de confinamiento lo que complejizan tomar distancia de esta realidad familiar.

No es fortuito que se incrementen los casos de ansiedad debido a la cuarentena, en donde las personas no pueden tomar distancia de su realidad familiar por el confinamiento. Se vuelve una situación tensa entre los miembros de un mismo espacio físico cuando hay constante interacción entre ellos sin los espacios de distancia (afectiva-espacial) necesaria. Las peleas familiares se vuelven más constante, los desacuerdos con los roomies, las tensiones con la pareja, etc.

Pero ¿Qué se puede hacer? La apuesta seria la construcción de un espacio que ayude a tomar distancia. Muchos psicoterapeutas recomiendan el “time out” que consta de tomarse un tiempo fuera para evitar la angustia de una situación dada, para posteriormente volver a ella y resolverla. Otros recomiendan el uso de un diario que ayuda a crear una narrativa de esas tensiones de la realidad familiar que ayudan a la creación de una distancia (una distancia a través de la palabra escrita). Por mi parte recomiendo el reconocimiento de esta ausencia de distancia dentro de la realidad familiar, que posteriormente permitirá pensar la distancia en sí misma, porque para poder tomar distancia primero hay que saber en dónde estamos parados. El espacio de reflexión es también un espacio posible para poder tomar distancia de los demás, pero no para alejarnos, sino para poder volver con ellos.


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Psic. Gabriel Chávez Sánchez

Psicólogo de niños, adolescentes y adultos

Asociación Libres - Psicólogos en Guadalajara

 
 
 

Los retos para los y las #psicólogos y #psicólogas alrededor del mundo no dejan de presentarse, especialmente para aquellos y aquellas que tienen como guía directriz ética el quehacer del #psicoanálisis.

El paradigma laboral ha cambiado y no volverá a ser el mismo, para bien o para mal. Los expertos lo llaman la nueva normalidad, y trae consigo una serie de implicaciones en la regulación de la interacción entre las personas. Esta regulación se implementa desde dos frentes; la política social (leyes, normas, estándares, hábitos, etc. que tendrán que crearse/modificarse para adaptarse a esta nueva normalidad) y el de la ética del deseo o ética personal (llevar a cabo esta regulación desde la cosmovisión personal de cada sujeto, decidiendo desde lo que desea que es mejor y que no lo es para él/ella). Es esta tesitura que surge una duda común entre los y las psicólogos y psicólogas “¿Cómo volver a dar #psicoterapia?”

Planteare tres formas de verlo a modo de pregunta con el objetivo de problematizar esta nueva tesitura en el quehacer clínico.



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Terapia en línea

Primera pregunta; ¿Sesiones presenciales o sesiones en línea?

¿Cómo decidir entre una y otra? Dejemos un lado los lineamientos brindados por las instituciones de salud pertinentes y vayamos más allá de ello.


Los y las terapeutas se encuentran en medio de este problema, y encuentran una salida sencilla en su visión objetivizante de sí mismos diciendo “Lo que decida el paciente”. Por supuesto que lo importante siempre será el decir del paciente, por supuesto que se tendrá prioridad a su deseo (por algo es su espacio), sin embargo, en una tesitura que plantea un peligro real tanto para el paciente como para el psicólogo de contagio ¿Es realmente ético hacer esto? Planteo este escenario porque desde mi experiencia cercana los pacientes prefieren las sesiones presenciales a cualquier otra modalidad que altere el dispositivo existente. Sin embargo, se puede ver desde el otro lado; ¿Qué pasaría si el paciente quiere realizar sesiones en línea pero de acuerdo a la línea de trabajo del psicólogo esto solo implica defensividad y problemáticas que se podrían evitar en el proceso? Son esto escenarios complejos que se presentan de esa forma al brindar la óptica de aquel que ha optado por permanecer invisible, a saber el psicólogo.

A final de cuentas, sean sesiones presenciales o sean sesiones en línea, algo debe asegurarse ante todo, y eso es un compromiso alcanzado entre paciente y terapeuta en donde ambas partes se encuentren en concordancia con el espacio a implementar en el proceso psicoterapéutico, sea material o sea virtual.


Segunda pregunta; ¿Por qué sesión presencial o por qué sesión en línea? 

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Terapia en línea para adultos


Una vez optado el modo de trabajo, no es más que pertinente el preguntarse qué es lo que se jugó en la decisión. ¿Acaso se jugó el deseo del terapeuta, el deseo del paciente? ¿Acaso se jugó el goce del terapeuta y la demanda del paciente? Importante cuestionar todo ello si se quiere realizar cualquier trabajo clínico con cualquier paciente.

Es una realidad que la demanda del paciente a veces es tan fuerte que puede nublar el juicio del psicólogo o psicóloga, y ello puede derivar en una serie de complicaciones más adelante en el proceso. Más allá de ello, la cuestión es que también puede surgir el giro contrario, en donde la propia demanda del psicólogo o psicóloga termine por devorar la del paciente, haciendo de ese proceso no más que una oda al narcisismo del psicólogo o psicóloga.

Son pues estos algunos puntos a considerar en la ética del quehacer clínico.



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Terapia en línea como opción real ante la contingencia

Tercera pregunta; ¿Esto a que lleva?


Esta breve reflexión lleva a dos planteamientos éticos bien definidos; el de la conciliación, que parece ser (irónicamente) fundamental para que la nueva normalidad pueda implementarse adecuadamente y el del deseo propio en una medida justa.

He visto y oído psicólogos y psicólogas decir que sugieren la psicoterapia en línea por “comodidad”, así como psicólogos y psicólogas diciendo que las sesiones presenciales son mejores y solo atienden bajo esta modalidad, incluso llegando a tratar de convencer a los pacientes de ello.

Así pues he visto y oído a colegas decir que hacen “lo que el paciente diga”, a sabiendas de que algunos y algunas no tienen una línea de trabajo con la visión de las sesiones en línea en ellas, o incluso que tienen miedo de volver a las sesiones presenciales y aun así lo hacen porque lo “demando el paciente”.

Son estos escenarios en apariencia inofensivos algunos de los más comunes que conllevan un cuestionamiento ético importante, mismo que se verá presente en el proceso psicoterapéutico como tal.

Es por ello importante reflexionar en torno a ello y saber cuál es la medida adecuada, cual es esa ética del deseo que nos mueve en nuestro quehacer clínico, y la que nos permite continuar mejorando en eso que nos apasiona.




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Psic. Gabriel Chávez Sánchez

Psicólogo de Niños, Adolescentes y Adultos 

Asociación Libre - Psicólogos en Guadalajara 

 
 
 
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