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Artículos sobre Ayuda Psicológica

  • 22 abr 2021
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 2 feb 2022


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La #familia es una institución social con una estructura definida, sin embargo su condición de institución la somete al devenir histórico, por tanto se encuentra en constante cambio en tanto su definición y las categorías que conforman dicha definición. Es debido a esto que la parentalidad es considerada un fenómeno más allá de lo biológico. Romero Navarro (2007) nos dice lo siguiente:




“Es un hecho cultural que equivale a un proceso de construcción y de definición social acerca de lo que se considera qué es la paternidad y la maternidad. Ambas realidades, paternidad y maternidad, se construyen en el entramado de las relaciones sociales. Una cualidad muy importante del ser humano es su capacidad de formar y mantener relaciones significativas, definidas culturalmente, sin las cuáles no se puede dar la supervivencia y el aprendizaje humano. Dentro del entramado de las relaciones interpersonales e intergrupales quedamos vinculados o adheridos unos a otros. En estos círculos de relaciones sociales significativas se construyen estas realidades: paternidad, maternidad, vinculaciones y sentimientos de pertenencia”.



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Es a partir de la influencia de #Freud que se articula la importancia de la #vinculación de los padres con los #hijos, siendo un referente obligado en la literatura sobre estos temas.

Es a partir de las nuevas problemáticas y relecturas de la realidad, que surge el concepto de “#parentalidadpositiva” que consiste en una resituación del lugar paterno y materno con respecto a las funciones inherentes a esos lugares. Muchos autores la definen como una nueva manera de entender la crianza y la educación que se basa en el respeto a las necesidades de los #niños y #niñas y en la puesta en marcha de acciones que favorezcan su desarrollo, como pueden ser el fortalecimiento del #apego, la interacción a través del #juego, la comunicación sin exposición al conflicto. Esta parentalidad positiva tiene ciertas pautas de crianza y de relación entre padres/madres e hijos/hijas. Muchos autores identifican y proponen cinco prácticas de crianza efectivas: el estímulo, la disciplina, el monitoreo, la solución de problemas y el involucramiento positivo con atención y cuidado. Estas prácticas orientan el diseño de propuestas de prevención e intervención con #familias y cuidadores.

Cuervo Martínez (2016) nos dice lo siguiente:


“Otras investigaciones generan propuestas de programa-guía para el desarrollo de competencias emocionales y parentales desde una perspectiva comunitaria y preventiva, en la que resalta la importancia de orientar a los padres y madres en el desarrollo de estrategias cognitivas y de relajación que les permita controlar sus emociones de manera positiva en momentos de cierta tensión emocional. Asimismo, resulta necesario trabajar con los padres y madres las habilidades de comunicación con los hijos, los procesos de resolución de conflictos y de negociación, las estrategias para establecer límites y regulación del comportamiento en los hijos, y las habilidades para fomentar la autoestima y la asertividad de los padres y madres en el desarrollo de la función parental”.



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Es importante realizar prevención en salud mental de los padres y cuidadores de problemáticas como el #estrés y la #depresión, que eventualmente pueden afectar de manera negativa las pautas de crianza y generar agresividad, rechazo entre otros sin decir las consecuencias sobre el desarrollo emocional y social de sus #hijos durante la #infancia. Brindar una #orientación y apoyo mediante programas de pautas de crianza que permitan prevenir psicopatologías en la infancia, con el fin de generar factores protectores en la familia, de problemas comportamentales y emocionales durante la infancia y la adolescencia, orientados desde las pautas de crianza y promoviendo estilos de crianza asertivos, competentes y positivos. La sensibilización a los padres y cuidadores sobre su rol y su responsabilidad en la optimización del desarrollo, las habilidades sociales y emocionales en la infancia y la influencia de los modelos en la familia para el desarrollo de competencias sociales.


Referencia:

Cuervo, A. (2016). “Pautas de crianza y desarrollo socio-afectivo en la infancia”. Diversitas: Perspectivas en psicología, vol. 6, núm. 1, Universidad Santo Tomas, Bogotá, Colombia. PP. 111-121.

Romero, F. (2007). “La construcción social de la parentalidad y los procesos de vinculación y desvinculación padre-hijo. El papel del mediador familiar”. Prensa Medica Latinoamericana, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Gran Canaria, España. PP. 119-133.



Atención a adolescentes y adultos

Asociación Libre - Psicólogos en Guadalajara


 
 
 

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Los espacios familiares son de suma importancia.

¿Cómo tomar distancia? ¿Cómo sostener la realidad #familiar cuando se encuentra en constante presencia? ¿Cómo seguir la cuarentena? Dudas que se presentan de forma emergente en muchas personas durante los recientes eventos que nos han obligado a mantenernos en casa el mayor tiempo posible.

Si bien es cierto que la interacción familiar (entendamos “familiar” no como lo consanguíneo, sino como lo cercano, como lo más íntimo que se puede expresar con compañeros de casa, pareja, amigos, familiares, etc.) es importante para cualquier persona, también habrá que admitir que puede llegar a volverse difícil sostener dicha interacción, pero ¿Por qué? habrá que entender esta “realidad familiar” como lo entendía Freud, una dupla que consta de un objeto (utilizare el nombre menos conceptual de figura, en el cual cualquier persona puede embonar con un rol especifico como el de pareja, amigo, padre, madre, etc.) y de un afecto (aquí lo llamare sentimiento o emoción, que es lo que sentimos por la figura en específico). Esta realidad familiar se ve permeada por una suerte de energía psíquica que determinara la relación entre figura y emoción. En Freud esta energía se conceptualiza como pulsión, pero ¿Cómo verlo en nuestra vida cotidiana? Propongo verlo en términos espaciales, en términos de distancia.

La distancia la entenderemos en dos sentidos; en un sentido físico y en un sentido psíquico. Es pues la distancia física ese espacio que podríamos denominar como “nuestro”, ajeno a toda “intrusión” externa de terceros. Es ese lugar (tiempo y espacio) para nosotros en donde podemos estar a solas y darnos nuestro tiempo para poder volver posteriormente a esta “realidad familiar”. La distancia psíquica puede ser entendida como ese momento de “paz mental” en donde evitamos preocuparnos/estresarnos por situaciones cotidianas, propias de la “realidad familiar”. Son estos dos rasgos los que posibilitan un óptimo equilibrio mental. A propósito de la distancia, hay un ejemplo conocido del propio Freud, el famoso Fort Da, en donde un pequeño familiar de Freud jugaba a arrojar un juguete y regresarlo con un pequeño cordón atado, en donde se jugaba el vaivén simbólico de la ausencia-presencia. Es pues esta distancia el equivalente maduro (neurótico, dirían algunos) de esta reminiscencia infantil, este juego de “estira y afloja” que permite que la realidad familiar pueda ser sostenida por la persona.

¿Qué sucede cuando una situación cotidiana nos sobrepasa y nos sentimos estresados o angustiados? Tomamos distancia de esta situación, ya sea realizando una actividad recreativa o pensando en cualquier otra cosa que no nos cause estas reacciones aversivas. Una vez que nos sentimos equilibrados o recargados (este uso de una palabra energética, no es gratuito) podemos volver a la realidad que nos es familiar, volver a la cotidianidad.


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Pasatiempos o actividades extras en individual son necesarias

En la actualidad, es el #trabajo, el estudio, las actividades recreativas lo que ayuda a que una persona pueda tomar distancia de su realidad familiar, a tomar distancia de sus lazos afectivos, pero ¿Qué sucede cuando se anulan estos desfases de distancia? ¿Qué pasa cuando no puedes tomas distancia de esta forma? Es pues este el escenario contemporáneo de una pandemia mundial y medidas sanitarias de confinamiento lo que complejizan tomar distancia de esta realidad familiar.

No es fortuito que se incrementen los casos de ansiedad debido a la cuarentena, en donde las personas no pueden tomar distancia de su realidad familiar por el confinamiento. Se vuelve una situación tensa entre los miembros de un mismo espacio físico cuando hay constante interacción entre ellos sin los espacios de distancia (afectiva-espacial) necesaria. Las peleas familiares se vuelven más constante, los desacuerdos con los roomies, las tensiones con la pareja, etc.

Pero ¿Qué se puede hacer? La apuesta seria la construcción de un espacio que ayude a tomar distancia. Muchos psicoterapeutas recomiendan el “time out” que consta de tomarse un tiempo fuera para evitar la angustia de una situación dada, para posteriormente volver a ella y resolverla. Otros recomiendan el uso de un diario que ayuda a crear una narrativa de esas tensiones de la realidad familiar que ayudan a la creación de una distancia (una distancia a través de la palabra escrita). Por mi parte recomiendo el reconocimiento de esta ausencia de distancia dentro de la realidad familiar, que posteriormente permitirá pensar la distancia en sí misma, porque para poder tomar distancia primero hay que saber en dónde estamos parados. El espacio de reflexión es también un espacio posible para poder tomar distancia de los demás, pero no para alejarnos, sino para poder volver con ellos.


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Psic. Gabriel Chávez Sánchez

Psicólogo de niños, adolescentes y adultos

Asociación Libres - Psicólogos en Guadalajara

 
 
 
  • 3 abr 2020
  • 3 Min. de lectura

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La aparición del COVID-19 no solo ha traído consecuencias y movimientos significativos sobre la salud, la educación, economía y nuestras actividades cotidianas. Esta pandemia también ha traído una encrucijada al momento de externar amor o afecto.



La pandemia nos introduce en un problema, en un dilema que, conforme avancen los días se irá incrementando, principalmente en el segundo caso en el que estamos en una momentánea “permanencia” con nuestros allegados. Sabemos que tanto el hacinamiento y el estar encerrados por tanto tiempo provocan dificultades importantes para interactuar. La falta de espacio genera incomodidad, mayor irritabilidad, aburrimiento. ¡Qué situación tan complicada para quienes el estar en el trabajo, en la escuela, grupos, deportes los salvaba de fricciones familiares! Mas que justificada la preocupación de expertos en salud mental y seguridad pública, en que en estos días desafortunadamente se incrementará la violencia dentro de las familias.


Aun y cuando la situación es complicada con el COVID-19, hay que ingeniárnosla para sobrellevar la situación. Podemos buscar estrategias, puntos en concordancia para convivir y otros espacios en los que se establezcan límites con los demás. Por ejemplo:


  • Podemos hablar entre los miembros residentes, realizar tareas recreativas y de diversión.

  • Es fundamental distribuir equitativamente las tareas relacionadas con el aseo del hogar y tener disposición para cooperar en la realización de estas (¡Esto del aseo pareciera eterno! ¡Jamás se termina! ¡Menos en estos momentos de pandemia!).

  • Igualmente, es válido dedicar tiempo a descansar, no todo el tiempo se tiene que estar activo y por supuesto, permitir que los demás que descansen.

  • Es conveniente tener momentos de soledad o incluso ensimismarse (por momentos) en una red social, así como pedir espacio y pausas a los demás.

  • Es de suma importancia estar advertidos que las diferencias van a estar presentes o van a ocurrir en algún momento y que efectivamente el otro también, en algún momento puede estar incómodo o molesto con nosotros y pedir un “tiempo fuera”, teniendo en cuenta que es incomodidad, no debe de haber lugar para violentar o que nos violenten.

El estar con alguien todo el tiempo ¡es una locura! Esto de la “sana distancia” hay que llevarlo de lo físico a lo emocional permitiéndonos espacios con los demás.


Un aspecto que no hay que perder, es el contacto con personas fuera del núcleo familiar y para ello hay que explotar los recursos tecnológicos con los que contamos en la actualidad: video llamadas, mensajes por redes, etc. Sabemos que las condiciones económicas no son iguales para todos, pero incluso podemos hacer uso de la llamada convencional para no perder contacto con amistades. Esta situación de la distancia o el amor en línea no es nada nuevo, hay quienes desde hace muchos años han hecho uso de estas herramientas.


Por ejemplo, personas que, por situaciones de trabajo, estudios o distintos motivos, han tenido que cambiar de residencia a otras ciudades valiéndose de medios y aplicaciones para tener contacto con sus seres queridos. Sin embargo, a causa de la pandemia actualmente todos nos vemos en la necesidad de hacer uso de estos medios. Cabe mencionar que también, el establecimiento de lazos amorosos utilizando las redes sociales han sido tema de discusión de forma constante. Principalmente lo han planteado nuestros adolescentes, quienes desde hace ya un tiempo mantienen interacción por internet con mayor facilidad que los adultos.


Esta situación de emergencia sanitaria por el COVID-19 nos plantea nuevas formas para establecer vínculos. Por un lado, el establecer límites con quien nos encontramos en cuarentena y permitir que el otro establezca límites con nosotros. Por el otro, establecer vías para comunicarnos con nuestros seres queridos por nuevos caminos, a pesar de la distancia y la reducción del contacto físico. El resguardo, la distancia y el confinamiento pueden convertirse en un acto de amor hacia la pareja, la familia, los amigos o los más vulnerables ante este reto que plantea el COVID-19.

 
 
 
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