En el lenguaje cotidiano muchas veces se utiliza en el sentido de referencia que un #hijo se encuentra muy unido a su madre, en un modo como si se tratase de algo negativo o una forma en la que están relacionados que puede pensarse como no sana.
Dentro de la #psicología expresa la referencia a nombrar un #afecto, la estima que se siente hacia alguien o puede verse hacia una persona o cosa. No solo es cuestión de una emoción, el #apego puede observarse también por medio de conductas como respuesta a ciertas situaciones.
Es entonces necesario preguntarse: ¿todas las personas tenemos apego? La respuesta es sí. Existe una teoría del apego desarrollada por #JohnBolwby, quién da una gran aportación al entendimiento de las relaciones humanas que se forman por medio de esta manera de vincularse.
Comparte la visión de que el apego se forma en los primeros años de vida, en primera instancia por la convivencia de los progenitores con el infante; y que este modo se repetirá en los años posteriores activándose en determinados momentos.
Según Bowlby las conductas de apego son instintivas y se activarán por cualquier condición que parezca amenazar el logro de la proximidad, como la separación, la inseguridad o el miedo.
Postuló que el miedo a los extraños representa un mecanismo de supervivencia importante, incorporado por naturaleza.
Los bebés nacen con la tendencia a mostrar comportamientos innatos, que en los momentos antes de aprender cualquier idioma, son el estuche básico de comunicación, estos ayudan a asegurar la proximidad y el contacto con la #madre o la figura de apego, por ejemplo, llorar, sonreír, gatear, etc. La respuesta de la figura parental ante ese llamado a la atención de necesidades, combinados al soporte emocional que se brinde al presentarse, serán pieza fundamental en el posterior desarrollo del apego.
Más tarde, la teoría del apego propuesta, fue retomada y complementada por Mary Ainsworth, quien amplia el panorama a la exploración del apego, formulando dentro de su explicación, la existencia de distintos de apego, entre ellos el seguro, evitativo, ambivalente y desorganizado.
Para comprender un poco lo que cada uno plantea se propone compartir una situación la cual puede ejemplificar la capacidad y forma de reacción de cada niño en la misma escena dependiendo del apego en el que se haya desarrollado en convivencia con el progenitor o persona que figura como figura paterna.
“Imagínese una situación en un restaurante en el área de juegos infantiles, en el que se deja a un niño para que pueda disfrutarla mientras usted como cuidador, desea esperar en la mesa la atención del lugar. Durante la estancia el niño tiene un accidente y se cae, golpeándose y llorando tras el golpe recibido:
Un #niño con un apego seguro, podrá observar hacia donde se va usted, estar un tanto como incómodo ante la separación, pero al verlo cerca pronto incorporarse a jugar y disfrutar de lo que le ofrece el panorama. Jugar, explorar, divertirse e incluso posiblemente buscando el contacto con otros niños. Al sufrir el accidente usted acude a él y el niño se permite consolar, sobar, puede platicar o señalar lo ocurrido y dónde se golpea. Pronto recupera la calma y vuelve a jugar al sentir el alivio.
Por otro lado, en esta situación un niño con un apego evitativo, no tiene mucho contacto al retirarse el cuidador, llega a explorar poco o puede involucrarse en el juego y al momento del accidente no busca quien lo consuele, llora y puede acudirse a él pero no hay mucha señal de respuesta en que sienta el interés de que se acercan a acompañarle.
El niño con apego ambivalente, puede verse como un niño muy angustiado en explorar, poco interés en caminar o socializar, que busca constantemente al cuidador y pierde el juego por estar al pendiente. Cuando logra jugar, pasa el evento y el llanto es con un tono elevado, berreando como si nada pudiese consolarlo aún cuando ya se fue en busca del infante y se está intentando sobar o saber lo ocurrido. No recupera el aire ni la calma en el llanto.
El apego desorganizado, es un niño que, aunque busca el contacto de la madre o cuidador, no llega a ella, se detiene a medio camino, no busca la cara o el contacto, si no que la toma de una pierna, voltea a una dirección en la que no recibirá una respuesta directa de quien esté.”
Si bien, el apego se forma en los primeros años de vida, no es algo que no pueda darse de otra manera, en la terapia se busca con el acompañamiento psicológico generar nuevas formas de vinculación y entendimiento de las reacciones para mejora de las respuestas. En el caso del infante puede llegar a trabajarse con el cuidador en el entendimiento de las señales del niño y la relación de ambos para su comunicación.
Psic. Carolina López
Atención psicológica a niños, adolescentes, adultos y parejas
Asociación Libre - Psicólogos en Guadalajara
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